Es clásica la distinción
weberiana entre éticas de la convicción y éticas de la responsabilidad. Según
el autor de “El político y el científico”, las éticas de la convicción son las éticas
que priorizan por encima de cualquier otra circunstancia la aplicación de los
principios o criterios que orientan el comportamiento moral de los seres
humanos. Por el contrario, serían éticas de la responsabilidad aquellas otras
que insistirían siempre en considerar las consecuencias de lo que se pretende
hacer, y actuar en función de ello; es decir, si las previsibles consecuencias,
una vez evaluadas, pueden ser deseadas
por beneficiosas o, por el contrario, rechazadas por sus efectos negativos.
Sin entrar a valorar lo que Max Weber
proponía para los tiempos convulsos y agitados de la segunda década del siglo
pasado, tendré en cuenta ambos criterios para el caso que nos ocupa, el
hipotético pacto de IU con el PSOE que sus dirigentes parecen explorar.
Pongamos por caso que alguien, más
presto o solícito a atender los principios éticos, analizase si un pacto con el
PSOE (u otra fuerza política) se ajustaría a los criterios de igualdad y
justicia social, libertad y solidaridad así como la interacción equilibrada
entre el ser humano y naturaleza, tal como son concebidos por IU. Sin duda
encontraría reparos por cuanto las políticas neoliberales aplicadas por el PSOE
distan mucho de las preconizadas por IU; y dado que, aunque producto de la negociación,
el PSOE se viera obligado a atemperar alguna de las medidas más antagónicamente
incompatibles, ni por la posición mayoritaria que ejerce en el parlamento y que
haría valer, ni por ser medidas políticas anteriormente aprobadas o compromisos
asumidos y de los que no puede desentenderse ahora, dejaría de continuar
gestionando la res pública de manera
significativamente diferente a como lo hizo en la legislatura anterior. Es
decir, políticas que mantendrían la estructura desigual de la sociedad y, por
tanto, de injusticia social. Del mismo modo, el modelo desarrollista aplicado
por PSOE así como el escaso ejercicio de la solidaridad, sufrirían cambios
meramente cosméticos en la negociación
conducente al pacto.
Pero entre los argumentos que
suelen esgrimirse por los partidarios de llegar a algún tipo de acuerdo con el
PSOE, se encuentran aquellos que entienden que las consecuencias de no
suscribirlo serían peores para el proyecto que significa IU y, en consecuencia,
para el pueblo andaluz. Por tanto, por
responsabilidad, acogiéndonos a la terminología utilizada por Weber, habría que
aceptar el hipotético acuerdo. Entre ellas suelen citarse, especialmente, tres
razones por cuyas consecuencias se contemplaría como más beneficioso el llegar
al un pacto de gobierno: la primera, especialmente asentada en los dirigentes
que IU tenía y tiene desde los años 90, se refiere a lo que interpretan como
deseo del electorado y que se puso de manifiesto tras la pinza en la
legislatura del 94. Pero, en segundo lugar, se plantean las consecuencias
derivadas del proceso global de crisis del capitalismo y la necesidad de
articular formas de resistencia, que, entenderían, perdería una oportunidad
histórica si el Gobierno de Andalucía no fuese un instrumento institucional pionero
que frenara las tendencias del capitalismo e impulsara los nuevos modelos que
se demandan. Por último, se señala, habría una mejor gestión de las consejerías
de las que se hicieran cargo que si estas quedaran en manos del PSOE u otra
fuerza política.
Respecto a los deseos del
electorado, no me cabe ninguna duda de que entre las bases del PSOE sea así.
Siempre quieren que IU, cuando no tienen mayoría absoluta, los apoye. Y quien
dice IU, también puede decir PA. Cualquier fuerza minoritaria que pueda garantizarles
el mantenimiento en el poder es buena. Nunca se van a cuestionar para qué
contenidos. Como nunca lo plantean a priori como una necesidad o deseo para
aplicar una determinada política. Esto, creo, que es evidente y casi nadie lo
pone en duda. Pero donde sí es dudoso, es por parte del electorado de IU. Pero,
¿cómo saberlo? Disponemos de la encuesta del CIS previa a las elecciones. Según
ella, el 74 % del electorado quería un cambio en la Junta de Andalucía.
Suponemos que de entre el 26 % que quería mantener la situación como estaba,
surgirían los votantes del PSOE, es decir, el 40 % de votos que obtuvo de entre
los que participaron en las elecciones. ¿Y el resto, el 74 %? Pues suponemos
que apostaron por el cambio votando indistintamente a las demás fuerzas
políticas o se abstuvieron. Por tanto, también entre el electorado de IU. Es
verdad que en la encuesta no se preguntaba qué le gustaría al votante de IU si
este no alcanzaba mayoría para gobernar. Pero me inclino a pensar que el
electorado de IU no es favorable a que se mantenga el PSOE en el poder con el
apoyo de IU, y menos aún formando parte del Gobierno. No obstante, hay una
fórmula muy sencilla para saber la opinión de la afiliación: consultarles
previamente y con todas las hipótesis abiertas.
En cuanto al supuesto correctivo
de la ciudadanía por no haber pactado con el PSOE, como suele interpretarse lo
sucedido tras la pinza, en donde IU pasó de 20 a 12 diputados, habría que
señalar que, según el análisis anterior, no parece esa la intención del
electorado; antes al contrario, el correctivo vendría a darse en sentido
contrario, en el hipotético caso de que se produjera el apoyo al PSOE. Porque
si, en efecto, el voto a IU ha sido un voto contra el neoliberalismo, las
corruptelas y práctica nepotistas, no se entendería que se apoyase a quien las
ha ejercido despóticamente durante varias legislaturas y con especial dureza en
esta última. Es incluso probable que, entre la abstención, se haya encontrado
un sector de la población que no se haya atrevido a votar IU por temor a que
finalmente este apoyara un gobierno del PSOE.
En segundo lugar, en efecto,
podría ser una experiencia formidable si desde Andalucía se ensayara un frente
de resistencia entre el pueblo y sus instituciones al acoso del neoliberalismo,
de los mercados, de la troika y los dirigentes políticos que gestionan los
intereses de la oligarquía financiera. Pero para el referente institucional
tendrían que existir esas fuerzas políticas. Y ese papel no lo va representar
el PSOE. No está en su cultura ni en su práctica política. No lo ha sido en
esta legislatura ni sus representantes políticos asumen tal posibilidad. Quien
piense lo contrario, no ha despertado del sueño de los deseos. Simplemente
tiene que recurrir a la hemeroteca y a los movimientos sociales para saber lo
acontecido, para conocer la realidad de lo que ha sido y es la hegemonía del
PSOE en Andalucía.
Por último, se señala la
posibilidad de una buena gestión en las parcelas de poder que a IU le
corresponda. Pero en un análisis sobre las consecuencias, todo no consiste en
una “buena gestión”. Hay más: ¿qué se gestiona, lo contenido en el propio
programa o lo que el Gobierno andaluz decida?, ¿se gestiona de acuerdo con los
criterios políticos propios o se subordinan a los del Gobierno?, ¿se podrán
rectificar políticas anteriores del PSOE?, etc. Estas interrogantes ofrecen
respuestas que habrá que evaluar antes de considerar las supuestas
consecuencias beneficiosas de una gestión pretendidamente buena, eficiente y
honrada.
Pero de entre las consecuencias
que habría que evaluar, también deben tenerse en cuenta las de las propuestas
alternativas. Es decir, qué pasaría si IU decidiese mantenerse en la
oposición, con apoyo a Griñán en la investidura o sin darlo. ¿Entendería el
electorado de IU esa posición y, además, que sus diputados/as sólo aprobasen
aquellas medidas que no fuesen incompatibles con su programa? A mi no me cabe
la menor duda de que ese es el deseo mayoritario entre las bases y los
movimientos sociales emergentes. Como tampoco me cabe ninguna duda de que lo que
se espera desde la mayoría de grupos y movimientos sociales (excluidos los dos
sindicatos mayoritarios) y lo que entiendo que debe corresponder a IU, es
erigirse en la parte (y soporte) institucional de la respuesta al
neoliberalismo. Tendría que canalizar la resistencia frente al Gobierno central
y al andaluz a las políticas de ajuste que obedecerán siguiendo los dictados provenientes
de la troika y los poderes financieros. La posibilidad de que el Estado español
entre en una situación de rescate financiero y que la economía sea intervenida
se incrementa conforme pasan las semanas. Una situación como la vivida y sufrida
en Grecia y Portugal pende sobre la población trabajadora. Izquierda Unida debe hacer oídos sordos a los
cantos de sirena que desde el poder le llegan. No puede ser motivo de seducción
el escaso margen de maniobra que la gestión de unas cuantas consejerías le
permitirían y, a cambio, corresponsabilizarse de la salida neoliberal de la
crisis, una salida impuesta por el PP y PSOE.
No hay razones que puedan justificar
el pacto de gobierno ni el apoyo de legislatura. Ni es posible desde los
principios que inspiran el ideario de IU, ni por las previsibles consecuencias
que se derivarían de ello. Antes al contrario, IU abandonaría la oportunidad
histórica de presentarse ante la sociedad, ante el pueblo andaluz, como lo que
ha venido propugnando: la única fuerza política que apuesta por un modelo de
sociedad en la que el pueblo es soberano y decide su propio destino.