martes, 3 de abril de 2012

El pueblo andaluz necesita una fuerza política que lo represente, una fuerza capaz de ser alternativa y promover un nuevo modelo de sociedad. IU podría asumir esa función sin entregarse a ser mero apoyo de los partidos mayoritarios.


Las recientes elecciones  andaluzas han puesto de manifiesto que existe una amplia conciencia de la necesidad de un giro radical en la forma de gestionar la vida pública, principalmente llevada a cabo por los dos grandes partidos (PSOE, PP). Ello se ha evidenciado en el aumento de votos obtenido por IU y en la elevada abstención.  No quiero decir que toda la abstención se deba al desencanto con las actuales formas de hacer política, pero sí que gran parte de ella no espera nada positivo de las propuestas de las principales fuerzas políticas. Y son precisamente, ese sector de la población y el electorado de IU, la base sobre la que se puede fraguar en el futuro la ruptura con las formas capitalistas de dominación, con el modelo desarrollista y neoliberal, cuyo ciclo parece agotarse. O se mantiene, sí, pero a expensas de empobrecer aún más a la población trabajadora,  de incrementar la dependencia de Andalucía  y continuar con el modelo depredador de recursos, ambientalmente insostenible.

Las políticas que interesan a las oligarquías y mercados financieros se encuentran fuertemente respaldadas por los mandatarios europeos, que son quienes verdaderamente toman las decisiones políticas que luego los gobiernos central y andaluz aplican disciplinadamente. Esas decisiones políticas, hemos dicho, serán las que interesen a esa minoría con poder y cuyos capitales aspiran a mantener el juego de los mercados para incrementar sus beneficios. Pero las consecuencias en el Estado español de la aplicación de estas medidas van a suponer que la economía española prolongue la recensión entrando en barrena, como sucediera en Grecia.

Ante este panorama no valen propuestas que se conformen con repartos de cargos. Un acuerdo de IU con otra fuerza política que no suponga una real alternativa de gobierno, sobre la base del programa suscrito ante el pueblo andaluz, es una traición a esa parte de la población que aspira a la superación de la crisis con otra gestión en la que prevalezcan  los intereses del pueblo. La izquierda real tiene que prepararse para dar la respuesta que impida retrotraer la situación social, las condiciones de vida y trabajo, a la existente en el  período predemocrático.

La historia de luchas obreras y sindicales, en los años anteriores a la dictadura, bajo ella y en la transición, obligan moralmente a una resistencia sin ambigüedades. El nivel de bienestar material obtenido estos años atrás se ha conseguido con el sufrimiento y la muerte de personas, de trabajadores y trabajadoras que aspiraban a un mundo y a una Andalucía en lo que cualquier ser humano pudiera vivir con dignidad. Resistir hoy es una deuda, una obligación moral con estas víctimas de nuestra historia reciente.

Las tendencias nos muestran que nos precipitamos al rescate financiero y la continuada imposición de medidas, aún más duras, de ajuste económico con el consiguiente deterioro de las condiciones de vida y trabajo y el empobrecimiento de amplios sectores de la población. Frente a ellas, Izquierda Unida puede presentarse como la alternativa que impulse las movilizaciones y represente al pueblo que quiere una salida diferente a la crisis. IU tiene que postularse como la fuerza política que gestione los asuntos públicos sin dependencia de los mercados financieros, de Bruselas o Merkel. Por ello, cogobernar en Andalucía aceptando las medidas contra el déficit y los criterios políticos de la fuerza con la que se alíe, sería tirar por la borda el trabajo político realizado estos años y las esperanzas depositadas en ella como alternativa posible, sentido por cada vez más sectores de la población y por los movimientos emergentes.

El gobierno posible de IU, al que aspiramos, sería aplicando su programa a las condiciones de Andalucía. O es así o, inevitablemente, tendría que pasar a la oposición. Puede iniciar negociaciones, como está haciendo en la actualidad con el PSOE, pero de ellas no saldrán más que principios sin concreción, el apoyo a la investidura de Griñán y un discutible cambio de cromos (consejerías). Si se exige el cumplimiento de las medidas suscritas ante el pueblo andaluz y firmadas ante notario, con compromiso concreto, el PSOE dará marcha atrás. Porque no me alberga ninguna duda de que el PSOE no aprobará medidas tales como la reforma de la ley electoral, banca pública, renta básica, reforma fiscal justa, acabar con el nepotismo y corrupción en las administraciones de la Junta, etc.

Ante esta situación, IU tiene que votar en contra de la investidura de Arenas y de Griñán, postulándose como alternativa. A los partidos mayoritarios no les quedará más remedio, si no quieren ir a elecciones anticipadas, ponerse de acuerdo para facilitar el gobierno entre ellos o  volver a negociar con IU el apoyo a la investidura, sin entrar en el gobierno, a cambio de determinadas concesiones.

En las negociaciones en curso, una de las opciones que se baraja es precisamente el apoyo a la investidura sin entrar en el gobierno. Pero sería un error hacerlo sin fuertes contraprestaciones. Para asegurar su cumplimiento, el apoyo no puede ser para toda la legislatura. La reforma de la ley electoral, la renta básica y medidas contra la corrupción, por ejemplo, tienen que ser moneda de cambio para la investidura. Luego, desde la oposición, IU puede apoyar aquellas medidas que sean compatibles con su programa y votar en contra de las que no lo sean, al igual que con los presupuestos de la Junta. Es decir, un tipo de control como el que se denominó la pinza. En mi opinión, contra el PP o contra el PSOE (o contra los dos llegado el caso): ese debe ser el posicionamiento político de IU. Ese es el que espera buena parte de su electorado. 

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