En los medios de comunicación se
ha divulgado la información ofrecida por la dirección de IU de que el 84 % de
la afiliación se ha pronunciado por el pacto alcanzado con el PSOE. Pero omiten
otros datos que pueden llevar a la confusión. Por ejemplo, que ese 84, 93% lo es de
los que han votado "sí", no del total de votantes; es decir, que no han
contemplado el porcentaje sobre la suma de votos “no”, blancos o los que han dado por nulos, los
procedentes del referéndum alternativo. Inexplicablemente y contra toda lógica,
no lo han hecho así. Hubieran ganado de todas formas. Pero ya no sería el 84, 83 %,
sino el 60,8 % y, además, con una abstención del 20 % . Ello nos indica que
entre la propia afiliación, a pesar de los deseos de la fuerza mayoritaria, la
del PCA, que tiene aproximadamente el 50 % de la afiliación de IU, y de la consigna lanzada a tal
fin, la opinión estaría dividida, aunque siendo superior la que se pronunciaría por el pacto de gobierno.
Pero las bases de IU no son sólo
esos 7.636 militantes censados. También entre el electorado (437.445 votos) se
encuentran personas que participan en los movimientos sociales y grupos
organizados que han contestado a las políticas neoliberales impulsadas desde
los gobiernos central y autonómico. Evidentemente, es difícil saber cuál
hubiera sido su respuesta, aunque se podían haber arbitrado mecanismos de
consulta. Como tampoco podemos saber el deseo de el electorado en general. Pero lo que sí era una demanda reflejada en
la encuesta del CIS era el deseo de cambio de gobierno entre la mayoría (75 %) de la
población andaluza. Tendremos que suponer que entre ese mayoritario sector de
población se encuentra el electorado de IU (como el del PP) y el 20% de
abstención.
Aún así, lo más preocupante es
que IU deje de presentarse ante la opinión pública como la alternativa para
superar la crisis del capitalismo apostando por un modelo diferente de
sociedad. No se trata tanto de que IU reproduzca esquemas propios de la
relación vanguardia-masas, sino de que opere como fuerza que dinamice y contribuya
a la hegemonía cultural de otros valores, de otro modelo de sociedad antagónico
con la actual sacralización de los mercados, la subordinación a los intereses
de la oligarquía financiera y al desarrollismo depredador. Ese objetivo se
tornará imposible con su presencia como gestor, por muy honrada y bien que lo
haga, del sistema que se asienta y preserva el individualismo posesivo del
modelo neoliberal. En la práctica se abandonan unos criterios éticos y políticos
para colaborar en el establecimiento de otros, y ello aunque en teoría aún se
siga propugnando lo contrario. Lo que se visualiza de esa esquizofrénica estrategia,
y quedará en la retina, es una enfermiza quiebra del proyecto, que no podrá
generar en el futuro más que desconfianza.
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