Manifestación del 22M |
Las encuestas pronostican un bajo
porcentaje de participación en las próximas elecciones europeas así como una
intención directa de voto a los dos grandes partidos también bajísimo. Aún a
pesar de ello, entre los dos superarían holgadamente la mayoría entre el total
de votantes una vez que se cocinan los datos (proyectando otras variables).
Pero lo que también reflejan las encuestas es que la fractura entre la
ciudadanía y los gobernantes continúa, ya que el porcentaje de la ciudadanía
que valora negativamente al gobierno y al principal partido de la oposición se
aproximaría al 90%.
Esta situación ha propiciado que
entre surjan numerosas candidaturas que pretenden representar a esa ciudadanía
indignada en este proceso electoral; pero también por el que se hayan levantado
voces de alarma. ¿No era posible que la indignación se tradujera en una sola
candidatura? No, no era posible y no lo será en un futuro próximo.
Fundamentalmente por dos razones: la primera porque las fuerzas políticas que
poseen una matriz identitaria no van a renunciar a ella ni a la estrategia que
le es consecuente; pero también, y en segundo lugar, por las aspiraciones
personales de quienes se perpetúan en los aparatos de estas fuerzas políticas.
Y todo ello se mantendrá a menos que una poderosa ola de indignación ciudadana
los saque de su letargo, forzando su integración en una fuerza plural mayor que
sea capaz de albergar todas las sensibilidades políticas en su seno. Hoy no
aparece en el horizonte tal posibilidad.
¿Va en perjuicio de la expresión
político institucional esa diversidad de opciones que pretenden recoger el voto
indignado en las europeas? Contra lo que algunos sostienen, no necesariamente.
El problema no reside en la pluralidad, sino en la abstención. No porque en sí
esta sea una mala decisión política, sino porque si esta proviene del sector de
población indignada, las candidaturas que pretenden este voto, obviamente, pierden
buena parte de su base electoral. Y aquí, en la abstención, pueden suceder dos
cosas: que la abstención sea activa, como propugnan sectores del 15M y del
movimiento libertario (como en CGT, CNT, etc.), grupos como la Asamblea de
Andalucía y otros; o que la abstención se reduzca a no votar ese día sin más,
no incorporándose o dando continuidad a los movimientos ciudadanos y las
movilizaciones que impulsan. La primera forma de abstención, más sensata y
razonable, puede plantearse como una forma alternativa de empoderamiento
ciudadano.
No obstante, para quienes
consideran necesaria la participación político-institucional, la abstención en
general no deja de ser un inconveniente que, sin embargo, no parece ocupar las
centralidades de las fuerzas que reclaman el voto de la ciudadanía indignada. Y
lo incomprensible que estamos viviendo estos días (en los movimientos y organizaciones,
en las redes y, menos, en los medios), es la disputa del voto de entre el sector
de población que se inclina por votar a alguna de esas candidaturas, a saber:
la Izquierda Plural, Podemos, Los Pueblos Deciden, Primavera Europea, L' Esquerra
pel dret a decidir, Movimiento Red, Partido X, Recortes Cero, etc. Es
incomprensible, y un error, porque al ser candidaturas de todo el territorio
estatal, los únicos restos que se perderían serían los de las candidaturas que
no obtuvieran ningún diputado/a. Y las encuestas dan posibilidad de conseguirlos
a bastantes de ellas. Por tanto, lo deseable desde el punto de vista de la
población indignada que piensa en la necesidad de estar presentes en el Parlamento
Europeo, es que saquen al menos 1 diputado el máximo de candidaturas de las que
pueden representarla, pues no se duda en la colaboración posterior para
enfrentarse a la troika y las políticas neoliberales. Sólo los tres mencionados
en último lugar parecen con escasa posibilidad de alcanzar el europarlamentario.
Sus potenciales electores, aunque sean un reducido número, sí que podrían plantearse
elegir otras opciones similares antes de que sus votos quedaran sin
representación.
Por tanto, el mensaje en la
semana que queda de campaña, lejos de dirigirse contra las fuerzas políticas
que reclaman el voto de los de abajo, de acusaciones contra sus dirigentes,
métodos o símbolos, tiene el reto en esa mitad del electorado que por ahora no
parece dispuesta a participar en las elecciones. Si el proceso de
empoderamiento ciudadano, si la consecución de la democracia como autogobierno
del pueblo, pasa por que ese sector de población tenga voz institucional en
estas elecciones europeas, a él habrá que dirigirse. Lo demás es simplemente
ganarse unos cuantos votos y asegurarse la elección de determinado diputado/a o, con otras palabras, de buscarse el sillón. Nada más lejos de lo que reclama la
ciudadanía indignada.
Un artículo muy oportuno y necesario, para reflexionar en estos días ¡A ver si conseguimos salir del estancamiento del bipartidismo por un lado, y de las fuerzas de la izquierda que se consideran las "auténticas", las de pedigrí, de pura raza, y todo lo demás sin interés, personalismos, bagatelas, "roba votos"...Venga ya, que ya nos vamos conociendo, en los programas no hay tantas diferencias, pero si en las formas, y estas también hay que cambiarlas ¿Quién era aquel filosofo, profesor de ética, que aprovechó un acontecimiento determinado en la Universidad -la expulsión de un profesor de estética- para acabar diciendo "no hay ética sin estética" ? Pues por ahí vamos algunas, podemos unirnos y sumar votos en muchas causas comunes, podemos y debemos, pero hay mucho que cambiar no solo en en el fondo de las cuestiones, sino en la forma de abordarlas, una democracias mucho más profunda, más real, en las que todas las voces de personas y colectivos, tanto en el ambito público como el privado, puedan ser escuchadas
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