martes, 27 de mayo de 2014

Se hace necesario construir desde abajo, desde la ciudadanía indignada, la alternativa al bipartidismo.


                                                                             



En las recientes elecciones europeas las fuerzas políticas que se oponen a las políticas neoliberales y la troika han conseguido un importante ascenso. La suma de sus votos es percibida desde los poderes económicos, políticos y mediáticos como una amenaza real a la hegemonía neoliberal ejercida desde los años 80. Pero también, a su vez, desde la izquierda y ante la división del voto, han surgido voces que piden la unidad de cara a futuros compromisos electorales; se trataría de darle continuidad e incrementar dicho ascenso.

Sin embargo, nada nos permite pensar que una coalición de todas esas fuerzas hubiera cosechado el resultado alcanzado por separado; aunque es cierto que, con circunscripciones provinciales –como en unas legislativas o autonómicas-, tampoco se debilitaría tanto el resultado como sería previsible de concurrir en solitario. Pero, volviendo a la supuesta coalición, no parece muy real su consecución a corto plazo ni, tal vez, deseable. No porque sea malo que fuerzas como IU, Podemos, Primavera Europea y fuerzas soberanistas (Los pueblos deciden, Esquerra…)  y otras que no alcanzaron representación (Partido X, Movimiento RED, Recortes Cero…) o que no se presentaron ni pidieron el voto para nadie (CUP de Cataluña, la Asamblea Andaluza…) puedan conformar ese frente, sino porque no es lo que los movimientos ciudadanos y la ciudadanía indignada vienen reclamando, al menos planteado así. Es decir, que en la ciudadanía indignada, entre esa mayoría de población que expresaba su apoyo al 15M o el casi 90 % que rechaza las políticas aplicadas por los dos últimos gobiernos (según las encuesta del CIS), lo que no se plantea como deseable expectativa es una suma de etiquetas políticas existentes. Un proceso negociado y dirigido por los respectivos aparatos acabaría en un reparto de cuotas de poder, midiendo la representatividad utilizando los resultados obtenidos en las europeas. Esto conllevaría que los movimientos ciudadanos y el movimiento libertario quedaran al margen, y que la ciudadanía en general contemplaría como un espectáculo más, tal vez necesario, pero no muy diferente a la percepción que se tiene de la política y los profesionales que la ejercen.

Si la negociación se plantease con la posibilidad abierta a la participación de los movimientos ciudadanos organizados (como sucedió con “Suma…”), las dificultades que presentarían los aparatos de los partidos, especialmente el PCE (mayoritario en IU), no pronostica que pueda establecerse una fórmula de consenso, pues es sabida su oposición al establecimiento de primarias. Y mientras no haya elecciones primarias para todos los ámbitos de representación, las asociaciones y movimientos no se involucrarán en el proceso. No hace falta recordar que la democracia directa y el poder de la asamblea es una consigna central en todos ellos

En cuanto a las dificultades programático políticas, no parece que nadie, salvo la dirección de IU, acepte el ignominioso pacto con el PSOE en la Junta de Andalucía. Ganar el poder para derrotar a la troika y al bipartidismo, es un objetivo que no pasa por ser corresponsables en la aplicación de las políticas neoliberales ni ser apoyo de alguno de los partidos que las defienden. La política de oposición total al bipartidismo en todas las instituciones del Estado no está entre los planteamientos de los actuales dirigentes de IU.

La tarea no es fácil, pero fraguar el contrapoder ciudadano, que hoy se siente como una necesidad, tiene que ser en un proceso que surja desde abajo y con mecanismos de democracia directa. Para ello la ciudadanía indignada tiene que continuar organizándose en asociaciones, movimientos y mareas. De la solidez, de la fuerza que adquiera, va a depender que las fuerzas políticas antineoliberales se integren en ese proceso capaz de derrotar el modelo bipartidista. Y aquí no puede haber repartos ni decisiones desde arriba, desde los aparatos partidarios, sino funcionamiento asambleario. Tampoco catecismos ni etiquetas ideológico políticas. Ese es el papel  que les corresponde al Frente Cívico, al 15M, a las asambleas ciudadanas, movimientos antideshaucios, mareas, sindicalismo alternativo y otros. La fuerza política emergente, Podemos, parece haber entendido esa realidad. Pues ese camino tienen que recorrerlo las demás, todas las fuerzas que quieran comprometerse con la necesidad de tomar el control de las decisiones políticas, conseguir las mayorías necesarias para hacer realidad la dignidad del ser humano y la democracia como autogobierno del pueblo.


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