sábado, 7 de septiembre de 2013

El movimiento potencialmente más explosivo desde la transición, el impulsado por el 15M, provoca una inaudita reacción de las fuerzas políticas: del amor, al desprecio; y de ahí, al abrazo del oso.




Tras el asombro inicial ante la capacidad movilizadora del 15M hubo intentos de aproximación, por parte de casi todo el espectro político (exceptuando los partidos mayoritarios), al movimiento: acudieron a sus asambleas y proclamaron el apoyo a sus reivindicaciones. Pero fue un espejismo.

El movimiento siguió su marcha, en buena medida transmutado o prolongado en el 25S y los movimientos antideshaucios, mientras progresivamente disminuía su capacidad de movilización. Pero había conquistado las simpatías de la opinión pública en su crítica a la degradación de la dignidad humana y de la democracia, contra los privilegios de la clase política y de las élites económicas y financieras.

En sectores del movimiento empezó a debatirse la posibilidad de la participación política concurriendo electoralmente y algunos hablaron abiertamente de iniciar el proceso. Incluso pensando en las próxima elecciones europeas y, sobre todo, en las generales de dentro de dos años. Y ahí surgió la reacción en contra de los partidos.

Sin duda, un competidor podía entrar en escena. Con presencia real en casi todas las ciudades, podría emular la suerte del “Movimiento 5 estrellas” en Italia (a pesar de que su presencia en la sociedad italiana era más virtual que real), y restar electorado a quienes se presentaban como alternativa al bipartidismo. Para debilitar la operación, representantes y afines a los partidos que asumían parte de las reivindicaciones del movimiento con la esperanza de hacerse con su potencial electorado, iniciaron el discurso acusatorio de la supuesta inoperancia de un movimiento carente de ideología. Acuñaron el concepto de “ciudadanismo” para ridiculizar cualquier intento de participación política al margen de los partidos políticos.

A la vez que criticaban, desde esas mismas fuerzas políticas, surgieron iniciativas para tratar de integrar asambleas del 15M en propuestas electorales. Pero ni las críticas afectaron al movimiento ni los llamamientos para integrarse en coaliciones con fuerzas políticas de izquierda consiguieron su propósito.

La principal fuerza de la izquierda, Izquierda Unida, ha protagonizado el intento más serio y presume de contar con el apoyo de algunas asambleas. Es cierto que un puñado de personas ha asistido, en representación de sus asambleas, a las reuniones que se han celebrado para abordar la construcción de una coalición amplia de la izquierda. Pero ni ese número de asambleas permiten hablar de participación del 15M y está por ver hasta donde se llegará en la confluencia que se pretende. Por varias razones:

En primer lugar, porque el movimiento 15M pretende el establecimiento de cauces de participación desde la base; es decir, mecanismos de democracia directa en la toma de decisiones y en la elección de representantes (elección directa, revocabilidad, rotación, etc.). Y eso no se contempla en la estructura de los partidos que confluyen ni, por supuesto, en IU.

En segundo lugar, la propuesta de los partidos para integrar a estas asambleas del 15M, y a las demás organizaciones, como fuerzas que participan en el proceso en pie de igualdad, chocará con la cruda realidad de los aparatos de los partidos cuando llegue el momento de repartir cuotas de poder, tanto para la toma de decisiones como para la confección de candidaturas.

Por último, la consideración como fuerza con el mismo rango que otras, no es un planteamiento aceptado por el movimiento 15M. Porque la rebelión ciudadana que preconiza es una rebelión envolvente en la que se participa a título individual; de manera que los partidos políticos y asociaciones que participan y apoyan el movimiento, necesariamente, tienen que quedar diluidos en su seno.

Está por ver si una mayoría de los activistas y de las asambleas operativas del movimiento aceptan la participación electoral; pero si lo hacen, será en una operación planteada desde abajo, desde la base ciudadana que se opone al neoliberalismo. Y ello será con una estructura horizontal, democrática y asamblearia, a la que podrán incorporarse las fuerzas políticas de izquierda, sus afiliados/as y dirigentes como cualquier otro/a ciudadano/a. Entonces, realmente entonces, podremos hablar de mayoría social, de la mayoría que ha expresado sus simpatías a las reivindicaciones del 15M, de la mayoría que podría ganar unas elecciones y dar fin a las políticas neoliberales, que permitiría abrir el proceso constituyente que ponga fin al sistema en el que se sustentan.


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