Tras el asombro inicial ante la
capacidad movilizadora del 15M hubo intentos de aproximación, por parte de casi
todo el espectro político (exceptuando los partidos mayoritarios), al movimiento:
acudieron a sus asambleas y proclamaron el apoyo a sus reivindicaciones. Pero
fue un espejismo.
El movimiento siguió su marcha,
en buena medida transmutado o prolongado en el 25S y los movimientos
antideshaucios, mientras progresivamente disminuía su capacidad de
movilización. Pero había conquistado las simpatías de la opinión pública en su
crítica a la degradación de la dignidad humana y de la democracia, contra los
privilegios de la clase política y de las élites económicas y financieras.
En sectores del movimiento empezó a
debatirse la posibilidad de la participación política concurriendo electoralmente y algunos hablaron abiertamente de iniciar el proceso. Incluso pensando en las próxima elecciones
europeas y, sobre todo, en las generales de dentro de dos años. Y ahí surgió la reacción en contra de
los partidos.
Sin duda, un competidor podía entrar
en escena. Con presencia real en casi todas las ciudades, podría emular la
suerte del “Movimiento 5 estrellas” en Italia (a pesar de que su presencia en la sociedad italiana era más virtual
que real), y restar electorado a quienes se presentaban como alternativa al bipartidismo. Para debilitar la operación, representantes y afines a los partidos que asumían parte de las reivindicaciones del movimiento con la esperanza
de hacerse con su potencial electorado, iniciaron el discurso acusatorio de la
supuesta inoperancia de un movimiento carente de ideología. Acuñaron el
concepto de “ciudadanismo” para ridiculizar cualquier intento de participación
política al margen de los partidos políticos.
A la vez que criticaban, desde esas mismas fuerzas políticas, surgieron iniciativas para tratar de integrar asambleas del 15M
en propuestas electorales. Pero ni las críticas afectaron al movimiento ni los
llamamientos para integrarse en coaliciones con fuerzas políticas de izquierda
consiguieron su propósito.
La principal fuerza de la
izquierda, Izquierda Unida, ha protagonizado el intento más serio y presume de
contar con el apoyo de algunas asambleas. Es cierto que un puñado de personas
ha asistido, en representación de sus asambleas, a las reuniones que se han celebrado para abordar la
construcción de una coalición amplia de la izquierda. Pero ni ese número de
asambleas permiten hablar de participación del 15M y está por ver hasta donde
se llegará en la confluencia que se pretende. Por varias razones:
En primer lugar, porque el
movimiento 15M pretende el establecimiento de cauces de participación desde la
base; es decir, mecanismos de democracia directa en la toma de decisiones y en
la elección de representantes (elección directa, revocabilidad, rotación, etc.). Y eso no se contempla en la estructura de los
partidos que confluyen ni, por supuesto, en IU.
En segundo lugar, la propuesta de
los partidos para integrar a estas asambleas del 15M, y a las demás
organizaciones, como fuerzas que participan en el proceso en pie de igualdad, chocará
con la cruda realidad de los aparatos de los partidos cuando llegue el momento
de repartir cuotas de poder, tanto para la toma de decisiones como para la
confección de candidaturas.
Por último, la consideración como
fuerza con el mismo rango que otras, no es un planteamiento aceptado por el
movimiento 15M. Porque la rebelión ciudadana que preconiza es una rebelión envolvente
en la que se participa a título individual; de manera que los partidos
políticos y asociaciones que participan y apoyan el movimiento, necesariamente, tienen que quedar
diluidos en su seno.
Está por ver si una mayoría de
los activistas y de las asambleas operativas del movimiento aceptan la
participación electoral; pero si lo hacen, será en una operación planteada desde abajo,
desde la base ciudadana que se opone al neoliberalismo. Y ello será con una estructura
horizontal, democrática y asamblearia, a la que podrán incorporarse las fuerzas
políticas de izquierda, sus afiliados/as y dirigentes como cualquier otro/a ciudadano/a. Entonces, realmente
entonces, podremos hablar de mayoría social, de la mayoría que ha expresado sus
simpatías a las reivindicaciones del 15M, de la mayoría que podría ganar unas
elecciones y dar fin a las políticas neoliberales, que permitiría abrir el proceso constituyente que ponga fin al sistema en el que se sustentan.
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