sábado, 28 de septiembre de 2013

¡Jaque al rey!



                                                                     


Aunque no es una partida de ajedrez, sí podemos entender los actos de protesta convocados por la Coordinara 25S para pedir la abolición de la monarquía y la apertura de un proceso constituyente, como un movimiento más de la ciudadanía -en ese juego- para conseguir la soberanía, la democracia, frente al poder de las élites económico-financieras y las instituciones políticas que los representan. Entre ellas, y en la cúspide, se encuentra la monarquía hereditaria de los Borbones.

Este “jaque al rey”, como se denomina la convocatoria, no será un jaque mate. Pero a este movimiento de piezas, seguirán otros. No podemos saber cuándo terminará la partida, pero si finalmente no gana la ciudadanía y se imponen las élites y sus instituciones, la democracia será una entelequia (ya lo es) también en nuestro país. Mientras las clases trabajadoras sean tratadas como mercancías, la juventud esté sin futuro y la pobreza en crecimiento, la libertad real, la libertad de tener el control sobre la propia vida (libertad positiva) no existe para la mayoría de la población; y sin libertad no hay democracia, ni las instituciones representan a esa mayoría.

Las instituciones, que tan bien reflejan el dominio de las élites, y una clase política parasitaria del dinero público y la corrupción al servicio de los poderosos, tienen en el vértice de la pirámide a la monarquía borbónica, institución antidemocrática por sí misma. No lo es porque la democracia sea una quimera, sino porque la monarquía es por su propia naturaleza una institución del Estado que se sitúa al margen de la decisión y control del pueblo que dice representar. Además, el depositario de la corona en el Estado español fue nombrado por el dictador fascista Francisco Franco. Y con la amenaza de la intervención militar, muchos ciudadanos/as se vieron obligados, en el 78, a votar una constitución –que proclamaba la monarquía hereditaria como forma de Estado- pactada en la negociación con los poderes fácticos durante la transición.

Han pasado 35 años desde entonces; y en la actualidad, la inmensa mayoría de la población, como todos los menores de 55 años, no participó en aquella farsa (de los que pudieron participar, tampoco todos lo hicieron o la aprobaron). Por tanto, la apertura de un proceso constituyente significa, en primer lugar, deshacerse de las instituciones no democráticas, como la monarquía. Después, dotarse de los procedimientos de participación adecuados para que sea la propia ciudadanía quien decida directamente sobre la norma constitucional que podrá regir democráticamente su futuro.

Y esta partida puede ganarse. La historia no se para. Los pueblos y la democracia podrán avanzar o retroceder. Pero hoy podemos dar una jugada más, un jaque, hacia la soberanía y el autogobierno del pueblo. Luego habrá más movimientos.

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