domingo, 26 de mayo de 2013

No se cumplen las expectativas del cambio de modelo tras un año de gobierno de la Junta de Andalucía.




El pacto de gobierno suscrito entre PSOE e IU en Andalucía no fue bien recibido por un buen sector de las bases de la coalición de izquierdas. No obstante, se esperaba que la presencia de IU y el compromiso que esta fuerza había suscrito ante el pueblo andaluz, daría como resultado un giro de izquierdas en las políticas que se desarrollarían en la comunidad andaluza.

Pero la decepción empezó bien pronto con los recortes en el gasto público que la Junta tuvo que acometer, en buen medida consecuencia de las políticas dictadas desde el Gobierno central. Se asumieron por un más que dudoso imperativo legal y se renunció a la posibilidad de encontrar otras fórmulas que evitaran los despidos en el sector público. Los recortes se proyectaron en los presupuestos de 2013, yendo aún más lejos con la supresión de los complementos en las pagas extraordinarias de los funcionarios.

Se esperaba que hubieran tomado medidas de resistencia institucional que forzara a los poderes centrales a conceder mayor poder de decisión y margen de maniobra a  la Junta de Andalucía. Teníamos precedentes de otras comunidades como la vasca y la catalana, por más que siempre estuviera pendiendo sobre cualquier medida el posible el recurso ante el Constitucional. Nada de ello se hizo. Se acataron dócilmente las medidas del Gobierno central y se implantaron sin apenas resistencia por parte de una población que, en buena medida, había perdido un catalizador de las protestas al estar implicado en la acción del gobierno. Inauditamente, la región más castigada por el paro y de las más empobrecidas de Europa era de  las que menos resistencia presentaba a las políticas de la troika. Mientras Grecia arde, en Andalucía se toman superfluas medias como la reestructuración presupuestaria para presentar 140 millones de euros como la panacea de la lucha contra la exclusión. Quien tenía que haber sido la vanguardia en las protestas, se limita a políticas de gestos caritativos.

La Junta de Andalucía probó lo más decente que en materia de protección del derecho a la vivienda que se ha hecho en el Estado, continuado con diferentes matices por otras comunidades como la canaria o catalana (CC y CiU respectivamente), similar o menos avanzada a la existente en otros países europeos gobernados por conservadores (Alemania, Holanda...), como si aquí  en Andalucía se avanzara hacia ese modelo de sociedad en el cual no puede haber viviendas desocupadas mientras haya familias que las necesiten. O que dé lugar a que se pierda un derecho, que según la DUDH es inalienable e intransferible, porque se carezca de recursos para pagar la hipoteca. ¿Podía haber hecho más la Junta? ¿Puede la Junta imponer más medidas sobre los bancos que impida que se ejecuten los deshaucios? Es posible que se haya tocado lo máximo que la Constitución permite en materia de expropiación temporal del uso o el establecimiento de tasas impositivas a las viviendas vacías en manos de la banca para preservar el fin social de la vivienda. Pero en cualquier caso, es una medida insuficiente y que no resolverá la gran mayoría de los deshaucios, alentados por la reforma de 2009 que la ministra Chacón (la que apoyaba el presidente Griñán para la secretaría del partido) presentó en el Parlamento en la última legislatura del PSOE.

Podría haberse ampliado con medidas adicionales si previamente se hubiesen  hecho realidad otras promesas electorales como la Reforma fiscal justa, el refuerzo de la Agencia tributaria para combatir el fraude fiscal, o la banca pública. Propuestas que estaban contempladas en el pacto con el pueblo andaluz firmado ante notario.  Estas, como las demás, siguen sin aplicarse. ¿Es pronto un solo año? Para todas sí. Pero algunas, como las  anteriormente expuestas, eran necesarias para el desarrollo de las otras, y se encuentran en estado de hibernación  hipotecando, en consecuencia, el resto del pacto ante el pueblo andaluz.

Por otro lado, se demandaba socialmente la revisión de políticas adoptadas por gobiernos anteriores y el esclarecimiento de las irregularidades del caso de los ERES. No se hizo lo primero, manteniendo, por ejemplo, el llamado Programa de Calidad (o ley del soborno), con una dotación que hubiera sido suficiente para impedir que los 4.500 interinos docentes se hubieran quedado sin trabajo este año. En Educación, como en Sanidad, han proseguido las mismas políticas de antaño incrementadas con algún giro de tuerca más (AGAEVE, ente que ha consumido 20 millones de euros para realizar unas inservibles pruebas de diagnóstico), fusión de hospitales, conciertos y externalización de servicios…). Como tampoco se ha modificado el galimatías de las administraciones paralelas o el esperpento televisivo de Canal Sur. Ni la comisión de los ERES ha resuelto la trama y las responsabilidades políticas, siendo un completo fiasco. La única institución que gozaba de un merecido reconocimiento por la población, el Defensor del Pueblo Andaluz, sin embargo, ha sido cuestionada por los tres grupos políticos del arco parlamentario destituyendo a su presidente, José Chamizo, una de las pocas voces honestas en el ámbito de las administraciones y que ha ejercido en todo momento una encomiable labor en defensa de los sectores de población más desprotegidos.

En el horizonte no se vislumbra un panorama de resistencia antineoliberal. Hoy, a pesar de las declaraciones de banqueros y políticos del PP, las directrices políticas continúan en la misma senda de lo que ha sido la gestión del PSOE en la comunidad andaluza. Y las aspiraciones de quienes pretendían otro modelo de sociedad confiando en que IU podría imprimir su marchamo en la política andaluza, pueden desinflarse. IU no fue apoyada para que se corresponsabilizara de la gestión neoliberal. En esas condiciones, su lugar tendría que estar en el otro lado de la barricada.



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