miércoles, 27 de marzo de 2013

La canciller alemana, Merkel, al servicio de la oligarquía financiera y de los bancos alemanes, trata de poner de rodillas a los pueblos de Europa.



                                                                   


Chipre ha sido la última ficha del dominó caída. El severo plan de rescate para reestructurar la deuda obliga a una quita del 40 % de los depósitos bancarios superiores a 100.000 euros. En esta ocasión, el Memorándum de Entendimiento que firmará Chipre con el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) a cambio del préstamo de 10.000 millones de euros, seguirá la misma senda neoliberal de los rescates habidos hasta ahora, socializando la deuda privada por deuda pública (se liquida una entidad, se segrega un banco malo y el principal banco del país se queda con el supuesto banco bueno. Pero como también está quebrado, será nacionalizado), recortes del gasto público y privatizaciones, flexibilización de las leyes laborales, aumento de los impuestos indirectos, etc. Pero además, se verá vigilado por el propio organismo, el MEDE, para asegurarse la devolución del préstamo, imponiendo las decisiones de política económica que vayan considerando necesarias para tal fin. Esto puede decirse de muchas maneras, pero no erramos si decimos que es un golpe de Estado financiero. Y los depositantes de ahorros chipriotas, legalmente, no podrán hacer nada para evitar perder en un instante el 40% de sus ahorros,  que pasará a manos de los acreedores de la banca.

La aprobación del tratado del Mecanismo Europeo de Estabilidad supone una pérdida de soberanía por parte de los países que necesitan acudir al rescate. Una vez que la troika (BCE, CE, FMI) ha acordado las condiciones del préstamo, el MEDE será en la práctica quien decida la política económica y fiscal de los países que lo necesiten, con lo que la que la pérdida de derechos sociales, el desmantelamiento del Estado del bienestar y la pauperización de las clases trabajadoras será un hecho. Los dos órganos rectores del Mecanismo, el Consejo de Gobernadores y el Consejo de Administración, sin control ni legitimidad democrática, tomarán las decisiones, y los inspectores de la troika intervendrán de facto en las instituciones del país para hacer cumplir lo establecido en el Memorándum suscrito por los países receptores del préstamo.

En síntesis, el negocio de la banca seguiría e siguiente esquema: La quiebra de los bancos provoca su rescate por los Estados. Estos se endeudan recurriendo a los mercados. Desde allí, los bancos especulan contra sus bonos obteniendo sustanciosos beneficios. Cuando la situación se torna insostenible, como ahora en Chipre, se acude al MEDE, quien impone el desmantelamiento del Estado del bienestar y la pérdida de derechos sociales, empeorando las condiciones de vida y trabajo de la ciudadanía. La banca, a través de su inversión en el MEDE, se beneficia de los intereses de ese rescate y de los negocios que se abren con las privatizaciones del sector público. Y todo decidido desde instancias que escapan al control democrático de la ciudadanía.

Pero este golpe de la oligarquía financiera ha contado con un brazo ejecutor: la canciller alemana A. Merkel. Ante la política alemana se han doblegado los gobiernos europeos poniendo al servicio del sector financiero, fundamentalmente alemán, los intereses económicos de los pueblos europeos. Como sostenía el catedrático Juan Torres en un reciente artículo publicado en la edición digital de El País (de donde fue retirado minutos después en una muestra de los intereses a los que sirve el grupo Prisa): “Merkel se erigió en la defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran dirigidos a salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle a los gobiernos dinero en préstamos que pagan los pueblos para traspasarlo a los bancos nacionales para que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes. Otra, impedir que el BCE cortase de raíz los ataques especulativos contra la deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el coste con que se financia Alemania.”

Continúa el artículo: “Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto de Europa, ahora para garantizarse su espacio vital económico. Nos castiga para proteger a sus grandes empresas y bancos y también para ocultar ante su electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el nivel de pobreza en su país  sea el más alto de los últimos 20 años, que el 25% de sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora, o que a la mitad de su población le corresponda, como he dicho, un miserable 1% de toda la riqueza nacional”.

Nuestros gobernantes, los gobiernos del PSOE y del PP, de manera indigna, han seguido el juego que Merkel y las instituciones europeas imponían con la misma docilidad que los regímenes colaboracionistas del Tercer Reich. ¿Era esta la Europa que se quería construir? ¿O ha llegado ya el momento de que los pueblos inicien los procesos constituyentes, la rebelión democrática que acabe con la dictadura del Capital y que sea expresión del autogobierno del pueblo? 

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