Chipre ha sido la última ficha del dominó caída. El severo
plan de rescate para reestructurar la deuda obliga a una quita del 40 % de los
depósitos bancarios superiores a 100.000 euros. En esta ocasión, el Memorándum
de Entendimiento que firmará Chipre con el Mecanismo Europeo de Estabilidad
(MEDE) a cambio del préstamo de 10.000 millones de euros, seguirá la misma
senda neoliberal de los rescates habidos hasta ahora, socializando la deuda
privada por deuda pública (se liquida una entidad, se segrega un banco malo y
el principal banco del país se queda con el supuesto banco bueno. Pero como
también está quebrado, será nacionalizado), recortes del gasto público y
privatizaciones, flexibilización de las leyes laborales, aumento de los
impuestos indirectos, etc. Pero además, se verá vigilado por el propio
organismo, el MEDE, para asegurarse la devolución del préstamo, imponiendo las
decisiones de política económica que vayan considerando necesarias para tal
fin. Esto puede decirse de muchas maneras, pero no erramos si decimos que es un
golpe de Estado financiero. Y los depositantes de ahorros chipriotas,
legalmente, no podrán hacer nada para evitar perder en un instante el 40% de
sus ahorros, que pasará a manos de los
acreedores de la banca.
La aprobación del tratado del Mecanismo Europeo de
Estabilidad supone una pérdida de soberanía por parte de los países que necesitan
acudir al rescate. Una vez que la troika (BCE, CE, FMI) ha acordado las
condiciones del préstamo, el MEDE será en la práctica quien decida la política
económica y fiscal de los países que lo necesiten, con lo que la que la pérdida
de derechos sociales, el desmantelamiento del Estado del bienestar y la
pauperización de las clases trabajadoras será un hecho. Los dos órganos
rectores del Mecanismo, el Consejo de Gobernadores y el Consejo de
Administración, sin control ni legitimidad democrática, tomarán las decisiones,
y los inspectores de la troika intervendrán de facto en las instituciones del
país para hacer cumplir lo establecido en el Memorándum suscrito por los países
receptores del préstamo.
En síntesis, el negocio de la banca seguiría e siguiente esquema:
La quiebra de los bancos provoca su rescate por los Estados. Estos se endeudan
recurriendo a los mercados. Desde allí, los bancos especulan contra sus bonos
obteniendo sustanciosos beneficios. Cuando la situación se torna insostenible,
como ahora en Chipre, se acude al MEDE, quien impone el desmantelamiento del
Estado del bienestar y la pérdida de derechos sociales, empeorando las
condiciones de vida y trabajo de la ciudadanía. La banca, a través de su
inversión en el MEDE, se beneficia de los intereses de ese rescate y de los
negocios que se abren con las privatizaciones del sector público. Y todo
decidido desde instancias que escapan al control democrático de la ciudadanía.
Pero este golpe de la oligarquía financiera ha contado con un
brazo ejecutor: la canciller alemana A. Merkel. Ante la política alemana se han
doblegado los gobiernos europeos poniendo al servicio del sector financiero,
fundamentalmente alemán, los intereses económicos de los pueblos europeos. Como
sostenía el catedrático Juan Torres en un reciente artículo publicado en la
edición digital de El País (de donde fue retirado minutos después en una muestra de los intereses a los que sirve el grupo Prisa): “Merkel se erigió
en la defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos
estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran dirigidos a
salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle a los gobiernos
dinero en préstamos que pagan los pueblos para traspasarlo a los bancos
nacionales para que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes.
Otra, impedir que el BCE cortase de raíz los ataques especulativos contra la
deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás
bajara el coste con que se financia Alemania.”
Continúa el artículo: “Merkel, como Hitler, ha declarado
la guerra al resto de Europa, ahora para garantizarse su espacio vital
económico. Nos castiga para proteger a sus grandes empresas y bancos y también
para ocultar ante su electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el
nivel de pobreza en su país sea el más
alto de los últimos 20 años, que el 25% de sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora,
o que a la mitad de su población le corresponda, como he dicho, un miserable 1%
de toda la riqueza nacional”.
Nuestros gobernantes, los gobiernos del PSOE y del PP, de
manera indigna, han seguido el juego que Merkel y las instituciones europeas
imponían con la misma docilidad que los regímenes colaboracionistas del Tercer Reich. ¿Era
esta la Europa que se quería construir? ¿O ha llegado ya el momento de que los
pueblos inicien los procesos constituyentes, la rebelión democrática que acabe
con la dictadura del Capital y que sea expresión del autogobierno del pueblo?