Desde que J. Anguita lanzara
la propuesta de constituir un foro cívico que aglutinase a la ciudadanía
indignada, allá por el mes de julio, su crecimiento ha sido impresionante en
prácticamente todas las provincias, constituyéndose numerosas asambleas en
localidades y comarcas. Hay, sin duda, varios elementos que más allá de la
personalidad, de los valores y honestidad moral del promotor, hacen atractivo
el proyecto.
El llamamiento de Anguita y la
extensión del movimiento se ha producido sobre la base de un clima social y una
opinión pública que se siente indignada con la clase política y las élites económicas en general. En este sentido, esa misma opinión pública es la que ha
apoyado o mostrado su acuerdo con las movilizaciones del 15M o el 25S Rodea el
Congreso. Estrictamente hablando, no es una opinión pública identificada con ninguna
opción política; incluida el sector de ella que ha participado en las
movilizaciones contra las políticas de austeridad de los gobiernos PSOE y PP. De entre este sector, y también de personas
más proclives a posiciones de izquierda que hoy no se sienten representadas por
ninguna de las opciones que se reivindican como tales, han surgido en buena medida las afiliaciones al frente cívico,
Pero la propuesta del frente cívico no se circunscribe sólo a quienes ya de entrada se etiquetan de izquierdas.
Es una llamada a ese 70 % de personas que empiezan a comprender que la mayoría
de la población es considerada como mera mercancía en manos del capital
(financieros y empresarios) y la clase política. Es decir, que ha comprendido
que la sociedad civil es sólo un instrumento de los poderes económicos y del Estado.
Y ese llamamiento no lo es para reclamar una ideología, un pensamiento político
determinado, ni tampoco espera ningún privilegiado destinatario del
mensaje al que la historia reservaría el papel de ponerlo en práctica. Se
trata de esa amplia mayoría social que, independientemente de sus identificaciones
políticas, quiere la dignidad del ser humano por encima de los intereses económicos
y políticos de las clases dominantes; que la economía y la política se pongan
al servicio de las necesidades del ser humano, de su dignidad y de su bienestar.
Ese discurso puede parecer más próximo a unas fuerzas políticas que a otras,
pero a todas las supera. Porque no se define de ningún color político, sino que
trata de buscar el acuerdo ciudadano en torno a los puntos básicos que puedan hacer realidad esas
demandas.
Observamos hoy con estupor cómo
sectores minoritarios de la población pueden imponer criterios e intereses a través
de sus organizaciones y lobbies: banqueros, empresarios, obispos, etc. negocian
directamente las políticas que los gobiernos deben seguir. ¿Por qué la mayoría
social, por qué la ciudadanía no puede contar con los instrumentos de intervención
política para imponer sus propios criterios? Ese es, precisamente, el
empoderamiento ciudadano que desde el foro cívico se construye. Por tanto,
aunque no es un partido político, sí se trata de una organización para
intervenir en política, para que la democracia sea autogobierno del pueblo y
sea el pueblo quien decida su futuro.
En Latinoamérica, varios países
han mostrado que el empoderamiento ciudadano es posible, que la democracia
puede representar a la mayoría frente a los poderes fácticos, que el pueblo
puede alcanzar el poder y tomar sus propias decisiones sin neocolonialismos ni fuerzas
extranjeras que lo impidan. Y ha sido un proceso en el que los programas
políticos se han situado por encima de doctrinas y etiquetas ideológicas. El
objetivo: superar el capitalismo, acabar con la explotación del ser humano,
recuperar la cultura y dignidad como pueblo.
Este proceso también es posible
en el Estado español. Antes que nada, se
exige prescindir de cualquier prejuicio ideológico y definir las propuestas programáticas
que conduzcan a tal liberación. La estructura organizativa del foro cívico
también tendrá que ser radicalmente democrática, de manera que no sea posible
la reproducción endogámica de los aparatos, como sucede en los partidos
políticos (causa de la persistencia de la llamada clase política). Yendo aun
más lejos, el foro cívico Somos Mayoría está llamado a ser la estructura
organizativa que aglutine a cualquier fuerza social o política que aspire a otro
modelo de sociedad. Con el incremento de su fuerza, los partidos políticos y
las fuerzas sociales, desprestigiadas y carentes de credibilidad ante buena
parte de la ciudadanía, si quieren apostar aún por que sea la ciudadanía la
protagonista de su futuro, tendrán que aceptar las propuestas aglutinadoras del
foro.
Anguita lanzó la idea y es un
referente conocido. De otros personajes públicos, de indudable talla moral,
también se espera que den ese paso. Algunos ya lo están haciendo y, por
supuesto, también muchos hombres y mujeres, aquellos para quienes el interés propio o
el poder no representan nada ante el objetivo de una nueva sociedad, una
sociedad que acabe con el dominio de las élites económicas y sociales, con el
capitalismo, con el modelo desarrollista, y abra por fin una nueva época de
hombres y mujeres libres, dueños de sí y de su futuro.