Blas Infante, en su libro “la verdad sobre el complot de Tablada y el
Estado libre de Andalucía”, explicaba la situación política en el horizonte emancipatorio del
pueblo andaluz de los convulsos años treinta. Tras su desencanto con el Gobierno
centralista del Estado, que rechazaba una y otra vez las aspiraciones del
pueblo andaluz, el acceso a sus recursos y la soberanía política, el ideal
universalista que ya el propio lema expresa “Andalucía por sí, para España y la Humanidad”, comprendió Infante que España se había convertido en un instrumento
de Europa, la Europa uniformada y robotizada que había hecho del ser humano una
pieza de máquina, que había impuesto la barbarie de la standarización y del ser
humano movido por el consumo y el dinero. Y Andalucía no era eso. Europa es el
racionalismo, el dominio y control técnico de la naturaleza y la sociedad, la
Europa de los mercaderes y de las finanzas. Pero Andalucía es pensar y sentir. “Si
el pensamiento sentimental no es el motor de la razón, ¿a dónde va el ser
humano?”, se preguntaba Infante. En esas condiciones, de antes y
premonitoriamente actuales, Infante entendió que sólo con el autogobierno era
posible la realización del ideal andaluz, el ideal de libertad.[i]
Cuando aún no se ha conseguido ese autogobierno, una nueva agresión se
cierne contra el pueblo andaluz. El Gobierno central impone unos límites a la
deuda andaluza que, en la práctica, supondrán no disponer de una financiación
de 2.700 millones de euros durante los próximos presupuestos andaluces. Es
decir, una cantidad similar al recorte presupuestario de este ejercicio para
Andalucía. La fórmula aplicada obliga a Andalucía a que su deuda máxima
sea el 13,2% de su PIB para 2013, un 1,9% menos de lo previsto. Bastante menos
que para otras comunidades. Y ese esfuerzo adicional que supone esa cifra
obligará a sustanciales recortes que, ya el presidente de la Junta advierte, recaerán en el gasto social público andaluz.
¿Por qué hemos llegado a esa
situación? Los dos partidos que han hegemonizado la política del Estado
(PP,PSOE), asumiendo las políticas neoliberales, apoyaron y firmaron el Pacto de estabilidad y crecimiento con los
países de la zona euro y reformaron la Constitución para obligar por ley el
cumplimiento de los objetivos de déficit. También ambos partidos apoyaron los
mecanismos de ayuda financiera que la troika (CE, BCE, FMI) puso en marcha,
estando obligados a aceptar las condiciones que imponen para acceder a sus
recursos. Una vez incorporado el Estado a este marco financiero, el margen de maniobra disponible
es limitado. Aún así, el Gobierno podría haber aliviado la carga de la deuda de
las comunidades, reduciendo su propio déficit y ampliando el de las
comunidades, habida cuenta del mayor peso que soportan estas en el
sostenimiento de los servicios públicos.
En cualquier caso, el hecho es
que el Gobierno obliga a esa sustancial reducción de la deuda andaluza o amenaza
con la intervención de la comunidad. La Junta pretende una última negociación
antes de que esta reducción de la deuda se apruebe en el Consejo de ministros. Pero lo extrañamente sorprendente
es que la consejera de Hacienda no supiera la propuesta gubernamental antes de
la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera. No se entiende, porque
el presidente de la Junta se había reunido con el presidente del Gobierno poco
antes y, según parece, con bastante grado de acuerdo; y menos aún, cuando el
propio gobierno catalán (sin reuniones previas, que se sepa), no acudió porque
ya sabía lo que se iba a aprobar. ¿Es sincera su sorpresa, como la de Griñán?
Poco se puede esperar del PSOE
andaluz y de que su rechazo a esta agresión a la comunidad andaluza vaya más
allá de interponer los recursos anunciados (al Constitucional y a la vía
contencioso-administrativa) y las declaraciones públicas. Pero si se albergan más esperanzas de su socio de
gobierno. De IULV-CA se espera que la llamada a la rebelión empiece por las
instituciones y se convierta en el abanderado de las movilizaciones del pueblo
andaluz en defensa de su dignidad, de su identidad como pueblo. Andalucía no quiere,
no puede ser sólo Europa, como decía Blas Infante. IULV-CA, tiene que proponer
un referéndum, obligando a su socio de gobierno, para que el pueblo se
pronuncie si quiere ser un instrumento de los mercados financieros o quiere
decidir su propio futuro. También desde el gobierno andaluz tiene que empezar a
hacerse otra política diferente, al servicio del ser humano. Una banca andaluza
tiene que ponerse en marcha para que el dinero andaluz, el dinero que aquí se
genera, en nuestra tierra se quede; que esa banca pueda ser el motor de las iniciativas
que surjan (públicas y privadas) para que Andalucía sea ella misma. El gobierno
andaluz tiene que poner en marcha todas las posibilidades que ofrece el estatuto
de autonomía, aunque el enfrentamiento con el Gobierno central esté servido. Si
el gobierno andaluz no es capaz de luchar por la identidad andaluza, por ese ideal de libertad, IULV-CA tiene que
abandonar a los socios que se prestaron al juego que hoy padecemos.
[i] Un análisis
más extenso estoy realizando en el blog http://perspectivaslibertarias.blogspot.com.es/
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