El próximo día
25 de marzo se celebran elecciones al parlamento andaluz. Si se confirma lo
señalado en las encuestas, por primera vez estaría en condiciones de acceder al
gobierno andaluz un partido diferente al que gobierna desde aquellas primeras
elecciones celebradas en abril del 82, es decir, un partido diferente al PSOE.
En efecto, el primer partido de la oposición en la comunidad andaluza y partido
que gobierna a nivel estatal, ganará las elecciones autonómicas. Es duda que
pueda alcanzar la mayoría absoluta, por lo que en ese caso necesitaría que
algún partido apoyara la investidura de Arenas como presidente de la Junta o,
también, que los otros partidos no se
pusieran de acuerdo para proponer un candidato alternativo. Pero las preguntas
pertinentes son: ¿realmente se va a producir un cambio sustancial en la forma
de gobierno? Las políticas que previsiblemente aplique el PP, ¿serán muy
diferentes de las aplicadas hasta ahora por el PSOE?
Ambos
partidos, uno porque gobierna en Andalucía y hasta hace unos meses en el Gobierno
del Estado, tras 8 años de ejercerlo, y el otro, porque es el que actualmente
gobierna en él y lleva haciéndolo en varias comunidades autonómicas varias
legislaturas consecutivas, tienen posicionamientos políticos de sobra
conocidos. En la legislatura pasada, el 90 % de las leyes fueron aprobadas
conjuntamente por el PSOE y el PP y la Constitución fue reformada con el apoyo de ambos
partidos. En la actual legislatura, hemos de destacar que la reforma del
sistema financiero ha sido aprobada por los dos partidos y ambos han aceptado
las decisiones tomadas por los órganos de gobierno de la UE de reducción del déficit a
la cifra del 5,3 %. Y ello con un claro objetivo. Lo que está en juego es la
salida a la crisis estructural del sistema capitalista. En anteriores crisis,
como la del 29, la receta aplicada fue de corte keynesiano. Hoy, la que imponen
los mercados, es una salida basada en ajustes presupuestarios y la ortodoxia macroeconómica,
tal como corresponde a la dominante política de corte neoliberal. Esta salida
de la crisis es más radical y está pensada para mantener el dominio del capital
a largo plazo sin que decaiga la tasa de ganancia, tendencia decreciente que ha
provocado la huída de capitales al sector especulativo y financiero de la
economía. Para ello se han impuesto como tarea necesaria la liberación de
recursos en manos del Estado a través del sector público y la reducción del
valor social de la fuerza de trabajo.
Como puede
apreciarse, aquello que se presentaba como obsoleto, el análisis económico-social
basado en las contradicción de clases, aparece ahora con toda crudeza; y con
una clase social, representada por la oligarquía financiera, que impone sus
intereses sin el freno o los límites que las fuerzas políticas de izquierda,
los sindicatos y, también, el miedo que antaño suponía la existencia del bloque
del Este, han venido ejerciendo. Es bastante probable que la contracción de la
economía persista y la crisis se prolongue debido al subconsumo, y que,
entonces, se intenten otras políticas económicas de cariz keynesiano. Pero la
reducción del valor de la fuerza de trabajo, es decir la debilitación de las
condiciones de vida y trabajo, será un objetivo conseguido que se mantendrá en
el tiempo.
En esta
disyuntiva, el PP y el PSOE, se colocan al lado de la salida que los mercados
vienen señalando. Su grado de acuerdo con dicha situación es tal que desde la
propia Comisión Europea, el portavoz de Asuntos Económicos Amadeu Altafaj, ha indicado al actual
Gobierno español la necesidad de acatar el cumplimiento del déficit como en su
día hizo el Gobierno presidido por Zapatero. Y para el recorte del déficit,
ambos partidos recurrieron al mismo tipo de medidas. Ninguna proveniente por el
lado de aumentar los ingresos. Antes y ahora se ha producido un recorte del
gasto público social. Las reducciones operadas hasta ahora, antes por el PSOE y
ahora por el PP, más las que vendrán, persiguen los mismos objetivos. Entre
ellos, la disminución del sueldo del funcionariado, recortes en los servicios
públicos, prolongación de la jornada laboral, aumento de la edad de jubilación,
congelación de las pensiones, precarización y flexibilización las relaciones
laborales, caída de los salarios, etc. El Gobierno del PP lleva a cabo sus
recortes sobre los anteriores introducidos por el PSOE. Entre ambos, el
retroceso social, la pérdida de derechos, la disminución del Estado del
bienestar, es una palmaria realidad que no permite distingos. Ni siquiera el
aparente enfrentamiento respecto a la actual reforma laboral puede hacernos
olvidar que el Gobierno del PP lo que ha hecho ha sido incrementar las reformas
iniciadas por el PSOE. La sintonía entre ambos es tal que alcanza hasta los
extremos de blindar los privilegios de sus dirigentes políticos, como hemos
visto recientemente con las medidas aprobadas para
que una vez que abandonen sus cargos públicos puedan acceder como directivos de
grandes empresas del sector privado. Así, están desembarcando en ellas
compartiendo responsabilidades de dirección, políticos como F. González, J
Mª Aznar, o el más reciente de la
exministra Elena Salgado, quien dejó el Gobierno el pasado diciembre y va a ser
fichada por la filial chilena de Endesa, empresa en la que ya participan Aznar
y Roca. Como puede verse, el color político no es un obstáculo para defender
los mismos intereses y, evidentemente, ser posteriormente bien recompensado por
ello. El sector eléctrico también tiene o ha tenido en sus empresas como
directivos o asesores a exministros y cargos públicos como Boyer, Atienza, Ángeles Amador, Narcís Serra,
Folgado, etc.
La aplicación de estas
políticas económicas al dictado de los mercados y de Bruselas supone que
Andalucía, sus recursos naturales, su población, su cultura, quedarán sujetos a
las necesidades que imponen los mercados y la división internacional del
trabajo. La pérdida de identidad y de valor como comunidad cultural y ecorregión,
continuaría un proceso ya en curso. Es el futuro que podríamos esperar si la
optimización del beneficio y la eficiencia productiva, que las tecnologías imponen
con la globalización de los mercados, siguen decidiendo el devenir de Andalucía
en estos próximos años.
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