martes, 20 de marzo de 2012

Elecciones andaluzas: entre el pueblo y la política dictada por los mercados. PP y PSOE: gestores de los intereses de la oligarquía financiera.




En el artículo anterior veíamos cómo el modelo económico que aplican tanto PP y PSOE es esencialmente coincidente. Concluíamos que es una apuesta para una salida de la crisis del capitalismo que mantenga las plusvalías y trate de impedir la caída de la tasa de ganancia del capital por la vía de degradar, aún más, las condiciones de vida y trabajo de la población; es decir, de reducir el valor social de la fuerza de trabajo. Con esta subordinación general a los intereses del capital y de los mercados, la capacidad de intervención desde cualquier instancia de decisión del pueblo andaluz, el margen de maniobra, será tan limitada, que las consecuencias para el medio ambiente, los recursos naturales de Andalucía y la identidad andaluza, supondrán un incremento del retroceso que se vive en Andalucía.

Pero las políticas del PSOE y el PP no son sólo similares por la defensa del modelo económico y las políticas neoliberales que aplican, sino también en la defensa del orden internacional dominante. Ambos partidos apuestan por la inserción del Estado y de Andalucía en la OTAN y el mantenimiento de las bases americanas en nuestro suelo. Es decir, ambos partidos subordinan la soberanía andaluza a la defensa de los intereses de la potencia hegemónica, el garante político del modelo de globalización económica y de los mercados. Asimismo, también han defendido a nivel internacional el statu quo imperante, según el cual se le sigue negando al pueblo saharaui el autogobierno de sus territorios y se apoya la ilegal ocupación de Palestina por el Estado israelí. No ha habido ningún puto de fricción entre ambas fuerzas en cuanto a política internacional se refiere.

Tampoco existen diferencias respecto al modelo de democracia y la configuración territorial del Estado, o la forma monárquica del mismo, que ambos partidos defienden. La ley electoral favorece claramente los intereses de los dos partidos mayoritarios en contra de una más adecuada representación de la voluntad popular. Ninguno ha mostrado el menor interés en recuperar formas de democracia directa, de control de la actividad política de los profesionales que la ejercen, o de la circulación horizontal de la información, limitando el poder de los grandes medios de comunicación y favoreciendo medios alternativos y de internet para la circulación de la información. En cuanto a la transparencia informativa de las administraciones públicas, Andalucía y el Estado continúan a la cola europea con la aquiescencia del PSOE y el PP. Uno y otro han hecho caso omiso de la tardía y limitada ley de acceso a la información de Medio Ambiente que se aprobó a tal fin.

La educación en general es contemplada por los dos partidos mayoritarios como un sistema de formación de fuerza de trabajo, técnicos y profesionales, subordinado a las necesidades del sistema productivo y del capital. Así está recogido en los acuerdos de Lisboa en el año 2000 y los planes de Bolonia que los desarrollan en lo que a los estudios universitarios se refiere. Entre ellos sólo aparecen matices en cuanto al peso de la enseñanza privada, la concertada y el sistema público. Tampoco tienen diferencias sustanciales en cuanto a la relación Iglesia-Estado: ambos defienden el Concordato y el modelo de financiación. Han surgido algunas fricciones, es cierto, en cuanto al grado de acatamiento de las directrices de la jerarquía eclesiástica. Ello se ha traducido en la polémica en torno a la denominación de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, o la ley de plazos del derecho al aborto. En el primer caso resulta  irrisorio el enfrentamiento por el nombre y la retirada de entre sus contenidos, en el tema de las formas de familia, el de las familias constituidas por matrimonios homosexuales. Sería como si de no mencionar en los libros de texto, en los escasos minutos de la hora semanal en que se imparte la asignatura en 3º de ESO, esa innegable realidad, dependiera el futuro de dichas familias. Además de no comprender la realidad del aula (cuando se trata de formar en competencias, cualquier debate social tiene que plantearse necesariamente en el aula), es una ingenuidad o puro cinismo reducir el enfrentamiento a ello. Más importante resulta la oposición realizada a una ley de plazos para el ejercicio del derecho al aborto. Pero no por ello podemos hablar de encontrarnos con alternativas políticas diferentes, sino un caso concreto y de resultado aún incierto.

Lo que sí llama poderosamente la atención es cómo los medios de comunicación próximos a cada uno de los dos partidos mayoritarios (y lo son todos), y los periodistas que actúan como voceros en todo tipo de tertulias, magnifican machaconamente todas las pequeñas diferencias, las mencionadas y otras, que aparecen en sus respectivos programas para presentarlos ante la opinión pública como opciones de gobierno alternativas. Y por supuesto, nada dicen de aquellos otros planteamientos que ofrecen modelos de gestión que suponen la superación de las políticas seguidas por ambos partidos, surgidas al dictado de los intereses del capital, los mercados y los poderes fácticos. En definitiva, se trata de imponer el modelo bipartidista como lo único realmente existente.

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