Estaba escribiendo sobre el
aniversario de la muerte de Lorca (el 18 de agosto hizo 77 años) y los otros
tres compañeros que fueron ejecutados ese mismo día. Me proponía manifestar mi
particular indignación por el hecho de que, de los miles de ejecuciones que a
partir de julio del 36 se cebaron por tierras andaluzas, sólo hayan quedado unas
cuantas celebraciones oficiales y artículos recordatorios sobre la personalidad
de los dos asesinados más célebres: Blas Infante y García
Lorca. Y todas ellas, celebraciones y artículos ñoños que parecen que se
refieran a lo acontecido como a un accidente de la historia.
Sí, he utilizado la palabra
accidente, en el sentido de infortunio, que es lo que parece interesar a los
oficiantes. Pero, igualmente, si hubieran muerto de un accidente de tráfico,
los panegíricos sobre ambos hubieran sido del mismo género. Y aquí no se trató
de ningún accidente. Esa no es la historia real de nuestro pueblo, de Andalucía, ni del Estado español.
Decía que estaba escribiendo
sobre el asunto, cuando leo un artículo de Carlos Martínez (Construyendo la
Izquierda-Alternativa Socialista) que explica lo que me proponía decir. Como lo
hace de una forma tan emotiva y además, refiriéndose a nuestras tierras granadinas, lo
copio íntegro:
Carlos Martínez – Portuario
en Excedencia.
Reflexiones en un hermoso pinar que alberga miles de fusilados por el
fascismo. Es decir, por los abuelos de los poderosos que ahora nos recortan y
vigilan
Cuando la extrema derecha franquista y la derecha monárquica impusieron
a la izquierda “institucionalizable” -PCE, PSOE, PSP y nacionalistas entonces
de centro- el olvido y el perdón en la Transición, convirtiendo la primera
amnistía del rey en una suerte de ley
de punto final, sabían ellos -las derechas monárquicas herederas del
franquismo- muy bien lo que hacían.
Por un lado, se dejaban sin juicio a cientos de criminales de
guerra, torturadores, delatores interesados y crueles, policías sanguinarios y
fascistas con las manos manchadas de sangre. Pero también se amnistiaba de
facto altos funcionarios, empresarios y militares corruptos, que no solo y en
este caso con toda justicia a presos y presas políticas. De esa forma, personas
que habían cobrado “comisiones”, recibido prebendas y dádivas generosas a costa
de la igualdad de oportunidades, o bien utilizado mano de obra esclava formada
por miles y miles de prisioneros de guerra y políticos. Todas esas personas
todavía y en muchos casos gozaban en 1978 de buena salud, lucidez, edad
carcelaria, saneadas empresas, bancos y riquezas. Pero es que además se dejaba
de informar a un pueblo atemorizado, sociológicamente franquista –que no
fascista- o indiferente. También con la cabeza lavada por la iglesia católica
reaccionaria que, en su gran mayoría, colaboró con la dictadura.
Si bien el pueblo de izquierdas, castigado, ofendido y humillado trató
de levantar cabeza, se le dijo
que había que olvidar y perdonar a los que nunca olvidan ni perdonan –los
poderosos, los ultra-conservadores, los ricos monárquicos conservadores. Tan
solo algunas personas, algunos grupos trataron de reivindicar no la memoria,
sino incluso nuestro propio presente.
A cambio de una democracia vigilada por los poderes fácticos, una ley
electoral con pucherazo incluido, y una Constitución con luces sociales pero
sombras jurídicas y políticas. Una monarquía heredada de la dictadura
garantizaba la continuación del súbdito, en lugar de alumbrar al ciudadano y la
ciudadana.
Cierto que el pueblo de izquierdas, los sindicatos libres recién
legalizados a base de miles de huelgas, despidos, represalias y luchas,
lograron avances sociales y sobre todo cotas de bienestar y de derechos
sociales muy importantes -incluso brillantes- arrancándoselas a una derecha en
retirada o que deseaba hacerse perdonar, o bien se veía obligada a pactar. Por
cierto, ahora se nos arrebatan todas esas conquistas logradas a partir de
finales de los sesenta del siglo pasado, en medio de quejas, sí, pero también
de una pasividad pasmosa ante tanto atraco y crueldad. Pasividad tan
solo rota por unos cientos de miles de activistas, vistos con simpatía por
millones de televidentes que los valoran en las encuestas, pero no se les unen
en la calle o en las huelgas.
La Transición con sus miedos, sus olvidos y sus negaciones, acabó
destilando una izquierda domesticada que pronto, en el caso paradigmático del
PSOE, pasó al centro-izquierda para descubrir la modernidad y todo lo más
mantener unas cotas de progresismo social y moral, reorganizar el estado e
implementar medidas de protección social, pero jamás la transformación,
justicia igualitaria y reparto. La misma oligarquía económica enriquecida
durante el franquismo controla hoy en día, verano del 2013, los bancos, el ladrillo,
el turismo y todo lo que enriquezca. Una jerarquía católica, cada vez más
reaccionaria y exigente, jamás está satisfecha con su poder y sus negocios, y
sigue controlando la educación de la pequeña burguesía e incluso de capas
populares gracias a las subvenciones de gobiernos que se creen progresistas.
Esos “progresistas” que olvidaron, ahora subvencionan curas y monjas, defienden
a los banqueros y hablan de la libertad de mercado y competitividad, como señal
de nivelación social. Nada es por casualidad.
El pasado 14 de Agosto, unos
amigos visitamos los lugares de la represión granadina. Miles de víctimas del
fascismo, procedentes en su mayoría de poblaciones próximas –Atarfe, Albolote,
Maracena, Granada, Fuentevaqueros, Santa Fé, Alfacar, etc.- con algunos cientos
de miles de habitantes menos que en la actualidad. Cuando se hablan de más
de 10.000 ejecutados pensamos en los parámetros de población actuales
y no en los de la época. Si hacemos ese sencillo calculo, nos encontramos con
que la población granadina fue diezmada o incluso más que diezmada en el verano
de 1936, teniendo en cuenta que más de la mitad de la provincia permanecía en
esos momentos en manos del Gobierno legal de la República, y que por
tanto esos miles de fusilados, lo eran tan solo, hasta 1939, de la
comarca de la Vega de Granada.
En Viznar, lugar de miles de ejecuciones y enterramientos en las
cunetas y en fosas comunes por parte de los señoritos falangistas, el
frente republicano y las fuerzas leales y antifascistas estaban en el Peñón de
la Mata -a unos diez kilómetros en línea recta- o en la Alpujarra a no más de
cincuenta. Pero pone más los pelos de punta visitar el lugar de Fuente Grande
en Alfacar, a un kilómetro de distancia y también lugar de ejecuciones sumarias
criminales y de enterramientos y en en lugar donde, entre otros, fue asesinado
Federico García Lorca, solo hay poesías inocuas aunque muy hermosas o muy
lejanas alegorías, y ni una reivindicación o denuncia de la causa o del porqué
fue el poeta ejecutado. Ni una denuncia de sus criminales ni una mención al
régimen legal de la República. El Parque García Lorca no hace justicia a los
asesinados. Solo banderas republicanas o discursos y actos ocasionales,
promovidos por personas o colectivos muy determinados, han exigido memoria y
reparación. Es un monumento a la cobarde y olvidadiza Transición. Ahora que el
PP es su gestor -pues es propiedad de la Diputación- puede celebrar
hipócritamente el 18 de Agosto, aniversario del asesinato del poeta, sin ningún
símbolo que hiera la sensibilidad de los nietos políticos de los que asesinaron
al autor del Romancero Gitano.
Pero en el barranco de Víznar, en un cartel reciente se recuerda a los
que ofertaron sus vidas. Allí
ni dios ofertó su vida. Allí fueron fusilados en contra de su voluntad miles
de sindicalistas ugetistas y cenetistas, socialistas, personas de izquierdas,
obreros del campo, republicanas y republicanos, así como autoridades
democráticamente electas por el pueblo. Fueron conducidos en camiones y
camionetas en la madrugada, por ser fieles a la legalidad republicana, la causa
de la clase obrera y no por su iniciativa precisamente. Asesinados con frialdad
y enterrados por aterrados y obligados habitantes del lugar. Ruego se cambie el
texto del cartel.
Ese es el olvido. Incluso el recordar con miedo. El no decir la verdad.
El no querer molestar a quienes nos volverían a hacer lo mismo si pudieran.
Por eso la memoria hay recuperarla. Se perdieron unos años preciosos. Por eso ahora un pueblo
desmemoriado, con la dignidad hurtada y los valores ocultados por sus
claudicantes oligarquías políticas, camina sin referencias, sin ancestros, sin
ejemplos. Y encima los nietos de los criminales predican que todos y
todas eran iguales, fabricando su historia y negando la crueldad sin
límites de la dictadura franquista. Franco fue más asesino que Mussolini. Si
todos somos iguales y todos somos lo mismo, que gobiernen los ricos, los
conservadores, los corruptos, pues ellos conocen los mecanismos del poder y
saben lo que hacer.
Ahora se nos fusila robándonos la sanidad, rebajándonos y congelándonos
las pensiones, obligando al copago -o mejor repago- de los medicamentos, o
enviándonos criminalizados a las colas del paro. Ahora el nuevo exilio son
los miles de jóvenes titulados y formados expulsados del Reino de España por el
inútil y rentista capitalismo español.
Por eso me ilusionó recordar que muy cerca de los campos y barrancos de
la vergüenza, jóvenes granadinos o llegados desde Alcoy, Cartagena o Valencia,
conformaban un frente estable en la sierra de Huétor, en Sierra Nevada o
finalmente en Calahonda, y resistían enarbolando la bandera republicana durante
casi tres años.
Les enseñe a mis amigos mi mayor tesoro, las cartas del joven teniente
del Batallón Otumba Valero Martínez Blay, recién licenciado en derecho,
enviadas desde Guadix o desde el Cortijo de Iznalloz en el término de
Deifontes, en el frente granadino. Unos meses después, Valero desaparecía en
combate en la dura batalla de Brunete, en su batallón -el Otumba- del ejército
regular republicano encuadrado en la XIII Brigada Internacional, de la que
formaban parte dos batallones de soldaditos españoles, el citado y el Juan
Marco.
Por eso, como afortunadamente no me robaron la memoria, resisto, igual
que tantas y tantos activistas jóvenes que la están recuperando, y por tanto
rebelándose frente a tanta injusticia pero también miedo y olvido. Además la
memoria nos brinda principios, referentes y héroes.
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