No podemos aceptar que nos
impongan las medidas de política económica para que el pueblo, los sectores
desfavorecidos de la población, paguen el desfalco que sobre los recursos del
país han cometido los sectores pudientes de la población. La huida masiva de
capitales, una mayoría de ellos adquiridos en la burbuja inmobiliaria, la
evasión de impuestos a los paraísos fiscales por las grandes empresas (30 de
las 35 empresas de las que cotizan en el IBEX-35 están involucradas), el fraude
fiscal (70.000 millones anuales, la mayoría de grandes empresas), el agujero
bancario producido quien ha gestionado por encima de sus posibilidades, la
paralización del crédito y la especulación con la deuda, han provocado una
situación de crisis (menos ingresos a las arcas públicas) que el Gobierno
pretende resolver haciendo que sean los trabajadores/ y empleados públicos, los
autónomos y la pequeña empresa quienes tengan que pagar ese inmenso desfalco.
Mientras, los muy hipócritas, capitalista, voceros políticos y mediáticos (y
algún estúpido creyente del sagrado valor de la riqueza propia) se duelen porque,
en una acción simbólica, unos sindicalistas no paguen unos carritos de
alimentos para otras familias necesitadas y por valor de unos 400 euros; y ello
de la cadena de supermercados de la la tercera persona más rica del país(4.700
millones de euros).
El capital financiero y la
oligarquía europea se ha propuesto
acabar con las conquistas sociales obtenidas en Europa tras la 2ª guerra
mundial. En esta brutal acometida contra las clases populares, pretenden
desmantelar el Estado de bienestar (los servicios públicos como la sanidad,
enseñanza, desempleo, pensiones, dependencia, etc.) y reducir el valor de la
fuerza de trabajo con salarios miserables y prolongando la jornada laboral.
Cuentan con la complicidad y docilidad de muchos gobiernos europeos. Y los que
no le sirven, los cambian utilizando el poder que poseen.
El autor de “El Capital” proponía
hace cerca de 150 años que los trabajadores tienen que confederar sus cabezas e
imponer una barrera infranqueable contra los intentos del capital, cuya sed
vampiresca por extraer plusvalor a los trabajadores no posee límites, por reducir las condiciones materiales de vida de la población trabajadora incluso
más allá de lo necesario para su propia supervivencia. Hoy lo vivimos con
intensidad. En pocas semanas van a intentar poner al pueblo de rodillas, y
utilizarán los medios de información y persuasión por ellos controlados para
que el nuevo rescate sea aceptado por la población sufriente. Mentirán sobre
las causas y eximirán de responsabilidad a la alta burguesía y al sector
financiero, con la corresponsabilidad política de los últimos gobiernos Disminuirán los efectos de ese nuevo recorte y
mentirán sobre la duración de las política de austeridad. Pero la verdad la
sufriremos durante años, tal vez décadas. ¿Exagero? Si la contracción de la
economía prosigue durante los próximos 5-6 años (consecuencia del ajuste que
aprobarán, al que necesariamente continuarán otros) y si la caída acumulada del
PIB desde que empezó la crisis alcanzara un 15 %[i]
(hasta 2018, más los -3,1 desde el 2009), ¿cuánto tiempo vamos tardar en
recuperar los niveles de renta del 2008? Si no lo remediamos, nos adentraremos
en los años treinta.
Pero estas hipótesis tienen un
defecto: parten de la existencia un pueblo adormecido. Y la realidad pudiera
ser otra.
[i]
En Grecia, desde que comenzó la crisis el PIB ha caído un 14 %, y este año se
calcula que lo haga entre un 7 y un 9 %.
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