Ante las
crisis cíclicas del sistema capitalista (algunas han sido más intensas que
otras) se ha presentado un muestrario de recetas que han tenido, como polos aparentemente antagónicos, para salir de ella, por un lado aquellas que han planteado el fortalecimiento de la demanda y el sector
público y, por otro, el lado de la oferta, las recetas que han insistido en facilitar la inversión y la iniciativa
privada. Las primeras se han identificado con las propuestas de corte
keynesiano y las segundas, hoy, son conocidas como medidas de corte neoliberal.
En el debate
actual, se impone la propuesta que a corto plazo interesa a los mercados y las
instituciones que gestionan la política económica a nivel mundial y europeo.
Estas instituciones se encuentran dirigidas por economistas y tecnócratas de tendencias neoliberales y monetaristas. Desde ellas se ha defendido una salida a la
crisis basada en los equilibrios presupuestarios, en el déficit cero y la
reducción del gasto público liberando recursos para el sector privado y cumpliendo
con el pago de la deuda; aunque ello suponga la liquidación del Estado del bienestar.
Las grandes corporaciones, el capital financiero y las agrupaciones empresariales
insisten en la privatización del sector público, en las ventajas fiscales y en
la necesidad de abaratar costes para mejorar la competitividad por la vía de la
reducción salarial y prolongación de la jornada laboral; en definitiva,
debilitar las condiciones de trabajo (paso previo es disminuir la resistencia
sindical) para recuperar beneficios con el supuesto objetivo de futuras
inversiones y el inicio de un nuevo ciclo de creación de riqueza.
Pero también
han surgido las voces (Krugman, Stiglizt) que han negado que, en las
circunstancias actuales, pueda darse una salida duradera a la crisis con ese
tipo de medidas. Recuperando en parte las recetas keynesianas plantean la
necesidad de la presencia del Estado para estimular la economía, cuyo gasto
público (dentro de cierto límites) y el apoyo a los sectores productivos y estratégicos,
impulsaría la demanda y así poder iniciar la senda de la recuperación sin necesidad
de liquidar todos los pilares sobre los que se asienta el Estado del bienestar.
También se ha sostenido la posibilidad del concurso de los bancos centrales o el
propio banco central europeo para el pago directo de la deuda, evitando el
oneroso coste que significa recurrir a los mercados financieros, donde el dinero ha sido introducido previamente
por estas entidades a un coste menor.
Estos
planteamientos, que pretenden mantener lo esencial del sistema económico,
olvidan la causa estructural de la crisis generada por el modelo de desarrollo,
basado en el productivismo y en la desigualdad. Ni ambientalmente puede
sostenerse ni la humanidad puede ver degradadas sus condiciones de vida con el
espejismo de una salida de ciclo corto. El modelo se agota y el precio a pagar
no será solución. Pero más allá de la esfera social de los poderosos palpita la
vida de los pueblos. Su voz, hoy adormecida, puede despertar demandando nuevas
formas de existencia, nuevas formas de vida.
El despertar de los pueblos europeos con la actual crisis empezó en Islandia. Grecia está en camino y la onda podría proseguir por la Europa meridional: Portugal, España, Italia.
ResponderEliminarEsperemos que sea el principio del fin del capitalismo.
Interesante, es cierto que el capitalismo está pasando una de sus cíclicas crisis, solamente que esta vez estamos en un estadio del mismo que solo podemos definir como genocida. Espero que los pueblos seamos capaces de detenerlo, nos va la vida en ello.
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