A la
iniciativa surgida en Barcelona, Guanyem Barcelona, que tiene como cara visible
a la ex portavoz de la PAH ,
Ada Colau, han seguido otras, como en Madrid el proyecto Municipalia, u otras
más recientes y en fase embrionaria en Valladolid, Zaragoza o Málaga. Estas
iniciativas, surgidas desde asociaciones y movimientos ciudadanos, plantean
como constante la construcción del proyecto desde fórmulas asamblearias y de
democracia directa. El objetivo es
conformar candidaturas para ganar las próximas elecciones municipales y colocar
la gestión y competencias de los ayuntamientos al servicio de las necesidades
de la ciudadanía, haciendo de la ciudad un lugar más habitable, más humano y más sostenible para sus moradores. A estas plataformas y proyectos se han invitado también a las organizaciones políticas que quieran integrarse asumiendo los criterios de
democracia asamblearia. Grupos como Podemos, las Cup catalanas, Equo o IU
podrían estar mostrando interés, unos con más decisión que otros, pero en
cualquier caso a esa una invitación abierta ya están participando a
título individual personas vinculadas a dichas fuerzas políticas.
El proceso,
incipiente aun, sin embargo ha cobrado una extraordinaria actualidad e
importancia de cara a las próximas elecciones a la vista de los planes del
Gobierno de reformar la ley para la elección directa de los alcaldes. Aunque
esta propuesta no se ha planteado de forma clara, el presidente Rajoy ha
declarado que el alcalde tendría que ser el candidato de la lista más votada.
Otras dirigentes populares se han inclinado por que se elija en una segunda
vuelta entre los dos candidatos más votados. Evidentemente, con ella, se trata
de cerrar el paso a las fuerzas emergentes y de izquierdas, que con sus pactos
podrían hacerse con numerosas alcaldías en las próximas elecciones. Sin duda,
el ascenso de Podemos gravita en esta reforma.
Dada la
mayoría absoluta del PP y que el PSOE no muestra un posicionamiento claro de
rechazo, habrá que considerar la reforma del sistema de elección de alcaldes
como previsible para las próximas elecciones. Y es precisamente para ese
momento para el que los movimientos ciudadanos, las asociaciones y fuerzas
políticas que aspiran a otro modelo de sociedad tienen que estar preparados
y dar la respuesta que espera la mayoría social.
Estas primeras
iniciativas en marcha tienen que generalizarse en todas las ciudades y, si se
plantean con altura de miras, deberían incorporar la misma marca política,
una marca que identifique todas estas candidaturas municipales. Sobre todo, pensando en
otro escenario posterior (sus repercusiones), el de las próximas elecciones generales (legislativas). Y hoy por hoy, Podemos es la que mejor representa la sensibilidad de la
ciudadanía indignada que reclama la superación del régimen bipartidista surgido
en la transición. Podría surgir otra marca, también aglutinadora (“Ganemos”),
para todas las candidaturas. Pero esta sería la que tendría que presentarse en
las próximas generales. En cualquier caso, para esa tarea ya hay un proyecto ilusionante, como
es Podemos.
Bien es cierto
que la tendencia a favorecer los intereses de la propia capillita (aparatos), las
ambiciones personales y la identificación de los militantes con su tradicional
organización pueden operar en contra de la participación de las fuerzas
políticas en estos procesos
asamblearios. Pero si no lo hacen, se perderá, todas perderán, la ocasión de
vencer en algunas ciudades. Y la importancia de estas elecciones municipales,
como las movilizaciones, todas, pero especialmente las unitarias en torno a las
marchas por la dignidad, en este proceso destituyente iniciado con el 15M, las
fuerzas políticas no pueden pasarlas por alto, no pueden pensar que es un acontecimiento
político sin más, como no lo hacen desde el poder político. Si organizaciones
como IU, Equo, Compromís, etc. no son capaces de asumir que allí donde se
planteen estas iniciativas ciudadanas (que debe ser en la mayoría de las
ciudades y, después, a nivel del Estado), no pueden competir electoral y políticamente
por su cuenta, acabarán siendo residuales en el escenario político y habrán
hecho un flaco favor a los/as militantes que a lo largo de su propia historia
lucharon por la libertad y la dignidad del ser humano. Y la credibilidad sobre
el proyecto emancipatorio que justificó su aparición y su presencia, quedará
irreversiblemente dañada.