Se aproximan
las elecciones al Parlamento Europeo y las fuerzas políticas que se han
posicionado contra la aplicación de las políticas neoliberales, que en el
Gobierno del Estado han sido PP y PSOE y en las comunidades autónomas CiU y PNV,
han protagonizado diversos intentos de aproximación o confluencia que, por
ahora, no están fructificando en nada. La búsqueda de esa amplia coalición de
izquierdas, abierta a los movimientos ciudadanos organizados, ha tenido en
“Suma, la ciudadanía primero” uno de los proyectos que más recorrido han tenido.
Pero hay otros intentos aun en marcha, como los protagonizados por la izquierda
soberanista o los pretendidos por Equo y Compromís, que por ahora no acaban de
fructificar. El caso es que muchos de esos intentos han empezado a titubear en
cuanto “Podemos”, la iniciativa lanzada por P.Iglesias y J.C Monedero, con el
apoyo de Izquierda Anticapitalista, ha salido a escena.
“Podemos” ha
surgido en un momento en el que se encontraba atascada la ansiada confluencia
de las fuerzas antineoliberales. Lo cual era algo previsible. En el proceso
“Suma…” el motivo no podía ser otro que el reparto de la representatividad o
confección de las candidaturas electorales. Era evidente que la fuerza política
dominante tenía su hoja de ruta establecida y la apuesta por su candidatura,
encabezada por Wily Meyer, decidida. Así, nunca iba a proceder a unas
elecciones primarias para la elección de la misma.
Cuando se
pretende unir a la izquierda, lo cual solo puede hacerse desde estructuras ya
organizadas, pueden utilizarse dos vías: considerando cada militante un voto,
independientemente de la fuerza política a la que pertenezcan, dando lugar en
ese proceso a una coalición de afiliados de las fuerzas de izquierdas, o una
coalición establecida por las direcciones de los partidos, que tendrán que
cuantificar su peso y exigir la representación en los órganos de poder y en las
candidaturas de modo que sea proporcional al mismo.
La primera de
esas propuestas va contra la propia naturaleza de los partidos políticos,
estructuradas jerárquicamente y cuyo funcionamiento se regula según el
principio del centralismo democrático. Por tanto, salvo que una revolución
interna se impusiera en todas la fuerzas de izquierdas, es una propuesta
condenada al fracaso. La segunda, que tiene más visos de realidad, pasa por el
reconocimiento de fuerzas minoritarias y aceptar el papel que le imponga la
fuerza mayoritaria, es decir, IU. Pero aceptar ese diferente peso teniendo en
cuenta los últimos resultados electorales, es difícil que puedan aceptarse por
quienes consideran que la relación dada desde entonces ha variado, o por quien
ni siquiera concurrió a esas elecciones, como CLI-Alternativa Socialista o
asociaciones ciudadanas como el FCSM y otras. Tampoco las fuerzas políticas
soberanistas querrían verse subsumidas en un proyecto liderado por las fuerzas
de ámbito estatal.
En este
impasse, Podemos corta el nudo gordiano: lanza el proyecto e invita a
participar en condiciones de igualdad al que se sume. Y además, no distingue
entre fuerzas políticas y asociaciones o movimientos ciudadanos. Ha sido
lanzado desde arriba, cierto, pero con la intención de generar la fuerza que
permita remover a la ciudadanía, a los movimientos y organizaciones sociales y
políticas para que participen en el proyecto. Lo ha hecho con tanta energía,
que no caben dilaciones. O se participa, o se queda fuera del proyecto. No hay
más componendas. Y lo novedoso frente a los otros intentos de confluencia (a
excepción de Alternativas desde Abajo) es que no es un llamamiento exclusivo a
la izquierda real, sino a los de abajo, a la ciudadanía indignada, a la mayoría
de la población y, además, es consciente de que los procesos electorales solo
son un medio más en la movilización continua hasta que el poder real esté en
manos del pueblo.
La centralidad
de los objetivos planteado por Podemos ha cambiado: unir a la ciudadanía y
conseguir su empoderamiento. Objetivo que es el mismo que inspira a movimientos
ciudadanos como el FCSM, lanzado por J. Anguita, y en el que está embarcado
desde entonces. Pero también era la aspiración del 15M y lo que en la práctica,
hoy, representan las mareas ciudadanas. En todos ellos, en cierta manera,
parece estar presente el ideal libertario (que siempre lo ha estado en nuestra
cultura) de empoderamiento al margen de las estructuras partidarias. En ese
proceso, las fuerzas políticas tendrían un papel subordinado a las iniciativas
y a las estrategias que se fueran gestando desde la ciudadanía organizada.
Sin embargo,
el órdago lanzado por Podemos acelera todos los procesos en marcha y abre la
posibilidad de la participación electoral en las próximas convocatorias,
empezando por las europeas. Un buen número de personas ligadas a los
movimientos ciudadanos asisten a las presentaciones públicas y empiezan a
participar en los círculos de apoyo. La expectación levantada es tal que, en el
actual momento, las fuerzas soberanistas (gallegas, catalanas, vasca,
andaluzas), Equo y Compromís, están obligadas a definirse en próximas semanas.
Pero si no aceptan participar en el proyecto de Podemos, corren el riesgo de
reducir su presencia (también en su propio territorio) o convertirse en fuerzas
marginales.
Izquierda
Unida puede ver amenazada su hegemonía entre la izquierda real (y sus
aspiraciones al 15 %) si no acepta la invitación cursada por los portavoces
actuales de Podemos y decide competir concurriendo en solitario. Aunque la
centralidad del discurso entre Podemos e IU es diferente, y los objetivos, una
vez pasadas las elecciones europeas, también pueden serlo (mayoría para
gobernar en el caso de Podemos, o ser determinantes para forzar pactos con
otros partidos repitiendo la experiencia andaluza en el caso de IU) los
planteamientos programáticos (aún por definir en Podemos, pero anunciadas sus
líneas generales) no parecen distar mucho el uno del otro. Donde aparecen las
resistencias por parte de IU es en aceptar las primarias para elegir al
candidato y, en el futuro –si la militancia no lo impide-, a coparticipar desde
abajo en condiciones de igualdad en la formación del nuevo referente político.
Hasta ahora lo único que IU ha manifestado es su disposición a ampliar la
coalición integrando a otras fuerzas políticas y a la incorporación de
militantes de las asociaciones movimientos ciudadanos. Esa cerrada posición de
IU frustraría la posibilidad de generar una mayoría suficiente para conseguir
la gobernanza política.
Cierto es que
la precipitación de Podemos en lanzar el proyecto no facilita el acuerdo con IU
ni que la ciudadanía indignada, a través de movimientos y asociaciones, haya podido
involucrarse activamente desde el primer momento. Pero una vez pasadas las
elecciones europeas, tal vez pueda reorientarse el objetivo de unir a la
ciudadanía en un proceso desde abajo, asambleario y democrático que, sin
exclusiones, permita que la mayoría social sea también mayoría política. Una
mayoría para conseguir la apertura de un proceso constituyente, una democracia
participativa y directa y un modelo de sociedad en el que la economía se ponga
al servicio del ser humano.
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