Con el voto favorable del partido
gobernante, el PP, la LOMCE fue aprobada en su último trámite parlamentario. Son
muchos los aspectos críticos y regresivos que introduce esta ley y que han sido
contestados por buena parte de la comunidad educativa. En otras ocasiones he
tratado alguno de ellos; pero hoy me voy a referir a la reducción de las
enseñanzas filosóficas, tanto del currículum de secundaria como del
bachillerato. Desaparece la Ética en 4º de ESO y la Historia de la Filosofía en
2º de bachillerato. Pero además, y como consecuencia de la disminución del
número de docentes y de salidas profesionales, los estudios universitarios, los que se imparten en las facultades de Filosofía, también se verán extraordinariamente mermados. Y parece que estas propuestas,
además de entre las élites económicas y políticas, gozan con cierto apoyo
social. En ambos casos son los mismos hilos los que tejen ese temor a la filosofía y, por tanto, a la enseñanza de los saberes filosóficos.
Pero, ¿quién teme a la filosofía?
Entre esas personas siempre están
las que son pragmáticas, las que buscan la utilidad y las consecuencias
beneficiosas en todo lo que hacen. Impertinentemente, suelen presentarse con la
pregunta: “y eso, ¿para qué sirve?”. Un saber que no está al servicio de nada
ni de nadie, es un saber inservible.
También hay personas que, instaladas
en el realismo ingenuo y asumiendo con indiferencia el mundo que les toca
vivir, nunca se preguntan por nada. Para ellas, nada más absurdo que un saber
que consiste fundamentalmente en interrogarse acerca de cuanto hay.
Especialmente abundantes son
aquellas personas que se acostumbraron a estar en minoría de edad, a que sean
otras quienes dirijan su vida. Sea con normas religiosas, sociales, jurídicas o
morales, estas personas gustan de esa cómoda existencia sin tener que asumir
desde sí mismas ningún tipo de respuesta. Obviamente, no tienen necesidad de un
saber que pueda incomodarles.
Si sucede que los criterios que
se imponen en la ardua tarea de existir se reducen al aumento del bienestar
material, todo saber que no esté orientado a esa tarea, carecerá de
importancia. Para esta conciencia social utilitarista que domina en nuestra
cultura, el saber filosófico no deja de ser una cuestión vocacional de personas
excéntricas.
A veces hay personas que se
preocupan, fundamentalmente en los días finales de su vida, por el significado
de su vida y de su muerte. Pero esos momentos de angustia son sólo un instante,
y también sólo en algunos casos, de una larga vida sin preguntarse si es
posible que la vida o la muerte tengan algún significado. Nada ni nadie que
pudiera plantearle tales cuestiones serán de su agrado. No lo será la filosofía.
Cuántas veces habremos sabido y
nos habremos encontrado con personas satisfechas, personas que afirman sentirse
a gusto como están. Incluso las hay que, aún más allá, sostienen que es el
medio social en el que su vida se desenvuelve el que permite que puedan tener
esa plácida existencia. Para estas personas, preguntarse cómo hemos llegado a
ser lo que somos, es una molesta pregunta cuya mejor solución es erradicarla. Eso
es lo que piensan de la filosofía.
Es verdad, no lo niego, que "los
otros" se convierten en una fuente de sufrimiento, como también, en menor medida, o si se prefiere, más fugazmente, pueden serlo de gozo. Pero quien sabe vivir,
sabe adaptarse a esas circunstancias. Significa, por tanto, esfuerzo por
comprender al otro. Y un significativo número de personas, hoy en aumento, sin
embargo, prefieren concitar sus temores en una parte de esos otros, a los que
convierten en diferentes. Otros diferentes con los que expiar sus culpas y que
actúa como sueño salvífico del infierno en que viven. Pero preguntarse por la
existencia real de ese otro diferente, es preguntarse por la consistencia del
sueño etnocentrista (¡qué vértigo!).
¿Quién teme a la filosofía?
Empezábamos con esa pregunta. Y hemos ido destejiendo algunos hilos: cualquier
individuo que se identifique con alguno de los grupos mencionados, que no
agotan todos los posibles, tiene sobradas razones para sentir ese temor. ¿Es
usted uno de ellos?
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