domingo, 3 de noviembre de 2013

Desde el PP y el PSOE, desde sus aledaños, llega un mensaje oculto a los centros educativos ante los recortes en Educación y la LOMCE. Algunas claves para entender la huelga.

                                                                                                      
                                                                     


La jornada de huelga contra la LOMCE y en defensa del sistema público, se vivió los días previos en los centros educativos con emociones divididas y maniobras diversas que, en numerosas ocasiones, discurrieron sotto voce. Aún a pesar de ello, en los centros públicos la respuesta alcanzó niveles probablemente nunca antes conocidos en jornadas de huelga; pero no es menos cierto que dejó un cierto sabor agridulce: ¿cómo era posible que con el descontento generalizado la movilización no alcanzase el grado mayoritario que cabía esperar? Se contaba con que no acudiría a la huelga el sector del profesorado receloso del descuento en nómina del día no trabajado. Pero, sobre todo, se lamentó la ausencia de parte del profesorado que había expresado su indignación ante el deterioro de las condiciones laborales y del sistema educativo de forma ostensible. También, en menor medida, sorprendería la asistencia de algunos profesores/as no habituales en otras protestas contra los recortes.

¿Qué sucedía entre bastidores? De qué hablaban aquellas personas, unas conocidas por pertenecer a tal o cual organización sindical, por su proximidad o identificación con alguna de las fuerza políticas mayoritarias, o por pertenecer al equipo directivo? La huelga tenía planteados dos objetivos: por un lado, mostrar el rechazo al proyecto de ley del gobierno, la LOMCE y, por otro, expresar el descontento con los recortes presupuestarios en Educación que se llevan padeciendo desde hace algunos años y que, entre otras consecuencias han supuesto una notable pérdida del poder adquisitivo del profesorado (en torno al 30 %), un aumento de la jornada lectiva y el despido de miles de interinos/as.

Parte del profesorado que habitualmente mantiene cierta identificación con el partido gobernante, el PP, no parecía sentirse especialmente dolida por la LOMCE, al menos no tanto como la mayoría solía expresar. Para ese grupo de profesores/as, la indignación tenía que canalizarse mayormente contra los recortes procedieran de la administración que procedieran, tanto central como autonómica. Y mostraban sus recelos advirtiendo de la manipulación de la huelga por fuerzas sindicales proclives a cierto apoyo al PSOE, tanto en su labor de oposición como en el ejercicio del poder en comunidades por ellos gobernadas, como en Andalucía. El profesorado más afín a las políticas de PSOE, entre ellos buena parte de afiliados/as a los sindicatos UGT y CCOO, ponía el énfasis en la necesidad de centrar las críticas a la LOMCE, tratando de que la jornada de huelga fuese un éxito incontestable.

Entre ambas posturas, otro sector planteaba la necesidad de que ambos objetivos fuesen inseparables y que las movilizaciones continuasen más allá de la huelga, así como que se pudieran potenciar aquellos mecanismos de participación que impidiese la instrumentalización de la huelga por los sindicatos mayoritarios. Los sindicatos minoritarios  como USTEA, CGT y alguno más, se encontraban entre quienes defienden esta postura.

En este panorama, las directrices, aunque no fuesen explícitas, estaban en el debate previo. En las asambleas que se convocaban, a veces, se marcaban territorios, pero se ocultaban las razones de fondo. Finalmente, unos fueron a la huelga, y con eso daban por concluida su respuesta. Otros, que no se sumaron a ella, empiezan a señalar otras movilizaciones en las que la LOMCE ya no tenga el papel protagónico. Y ahora se apunta a la Junta de Andalucía como responsable única del deterioro de los salarios, especialmente por el recorte en los complementos de las pagas extra. Entre ellos siempre aparecen afiliados/as al CSIF, ANPE y otros.

Con este soterrado juego de identificaciones políticas, lo que podía ser una marea incontestable que pusiera contra las cuerdas las políticas educativas desarrolladas por las diferentes administraciones, incluidos los dos últimos gobiernos, se contenía sin alcanzar la dimensión esperada. Pero a pesar de la contención, la marea verde puede seguir creciendo. No será una tarea fácil derribar los diques que la frenan. Sin embargo, la coincidencia en los aspectos principales que influyen en el estado de indignación, podría hacer factible la unidad en el futuro, ponerse de acuerdo hacia dónde y cómo proseguir las movilizaciones. Más allá de las diferencias y de las identificaciones, ese tiene que ser ahora el objetivo y el debate que la marea verde tiene que promover en todos los centros educativos.


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