La jornada de
huelga contra la LOMCE
y en defensa del sistema público, se vivió los días previos en los centros
educativos con emociones divididas y maniobras diversas que, en numerosas ocasiones,
discurrieron sotto voce. Aún a pesar de ello, en los centros públicos la
respuesta alcanzó niveles probablemente nunca antes conocidos en jornadas de
huelga; pero no es menos cierto que dejó un cierto sabor agridulce: ¿cómo era
posible que con el descontento generalizado la movilización no alcanzase el
grado mayoritario que cabía esperar? Se contaba con que no acudiría a la huelga
el sector del profesorado receloso del descuento en nómina del día no trabajado.
Pero, sobre todo, se lamentó la ausencia de parte del profesorado que había
expresado su indignación ante el deterioro de las condiciones laborales y del
sistema educativo de forma ostensible. También, en menor medida, sorprendería
la asistencia de algunos profesores/as no habituales en otras protestas contra
los recortes.
¿Qué sucedía
entre bastidores? De qué hablaban aquellas personas, unas conocidas por
pertenecer a tal o cual organización sindical, por su proximidad o
identificación con alguna de las fuerza políticas mayoritarias, o por
pertenecer al equipo directivo? La huelga tenía planteados dos objetivos: por
un lado, mostrar el rechazo al proyecto de ley del gobierno, la LOMCE y, por
otro, expresar el descontento con los recortes presupuestarios en Educación que
se llevan padeciendo desde hace algunos años y que, entre otras consecuencias
han supuesto una notable pérdida del poder adquisitivo del profesorado (en
torno al 30 %), un aumento de la jornada lectiva y el despido de miles de
interinos/as.
Parte del
profesorado que habitualmente mantiene cierta identificación con el partido
gobernante, el PP, no parecía sentirse especialmente dolida por la LOMCE, al
menos no tanto como la mayoría solía expresar. Para ese grupo de profesores/as,
la indignación tenía que canalizarse mayormente contra los recortes procedieran
de la administración que procedieran, tanto central como autonómica. Y
mostraban sus recelos advirtiendo de la manipulación de la huelga por fuerzas
sindicales proclives a cierto apoyo al PSOE, tanto en su labor de oposición
como en el ejercicio del poder en comunidades por ellos gobernadas, como en
Andalucía. El profesorado más afín a las políticas de PSOE, entre ellos buena
parte de afiliados/as a los sindicatos UGT y CCOO, ponía el énfasis en la
necesidad de centrar las críticas a la LOMCE, tratando de que la jornada de
huelga fuese un éxito incontestable.
Entre ambas
posturas, otro sector planteaba la necesidad de que ambos objetivos fuesen
inseparables y que las movilizaciones continuasen más allá de la huelga, así
como que se pudieran potenciar aquellos mecanismos de participación que
impidiese la instrumentalización de la huelga por los sindicatos mayoritarios.
Los sindicatos minoritarios como USTEA,
CGT y alguno más, se encontraban entre quienes defienden esta postura.
En este
panorama, las directrices, aunque no fuesen explícitas, estaban en el debate
previo. En las asambleas que se convocaban, a veces, se marcaban territorios,
pero se ocultaban las razones de fondo. Finalmente, unos fueron a la huelga, y
con eso daban por concluida su respuesta. Otros, que no se sumaron a ella,
empiezan a señalar otras movilizaciones en las que la LOMCE ya no tenga el
papel protagónico. Y ahora se apunta a la Junta de Andalucía como responsable
única del deterioro de los salarios, especialmente por el recorte en los
complementos de las pagas extra. Entre ellos siempre aparecen afiliados/as al
CSIF, ANPE y otros.
Con este
soterrado juego de identificaciones políticas, lo que podía ser una marea
incontestable que pusiera contra las cuerdas las políticas educativas desarrolladas
por las diferentes administraciones, incluidos los dos últimos gobiernos, se
contenía sin alcanzar la dimensión esperada. Pero a pesar de la contención, la marea
verde puede seguir creciendo. No será una tarea fácil derribar los diques que
la frenan. Sin embargo, la coincidencia en los aspectos principales que
influyen en el estado de indignación, podría hacer factible la unidad en el
futuro, ponerse de acuerdo hacia dónde y cómo proseguir las movilizaciones. Más
allá de las diferencias y de las identificaciones, ese tiene que ser ahora el objetivo
y el debate que la marea verde tiene que promover en todos los centros
educativos.
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