martes, 27 de noviembre de 2012

Plutocracia o aristodemocracia. Tribulaciones de un profesor al explicar en clase el orden moral y la política en Platón.


                                                                               

En la filosofía de Platón ocupa un lugar central una obra de su madurez en la que está contenido lo fundamental de su pensamiento y la dimensión práctica del mismo: la República. En ella expone Platón todo su filosofía, pero es, sin duda, la justicia el tema que le interesaba en este magno estudio. Por eso, parte de sus textos suelen ser de lectura obligatoria entre el alumnado de bachillerato, así como esta obra en su conjunto lo es para el alumnado de la facultad de Filosofía.

Cuando en estos días andamos explicando la filosofía de Platón, y más en concreto, el orden moral y político que propone como modelo de sociedad, necesariamente tenemos que hablar de la justicia en el Estado. Es bien sabido que para suscitar el interés del alumnado, los profesores/as utilizamos referencias actuales que inciten a la contrastación y al debate. En mi caso, la primeras preguntas que suelo hacer en clase, respecto al tema que comento, es la del porqué tiene que haber Estado y dónde reside la legitimidad del mismo. Y nos introducimos en las propuestas de Platón: el Estado tiene como función promover la virtud y la justicia, tanto individualmente como socialmente, y es una condición necesaria para que los ciudadanos/as puedan conseguirse una vida feliz. 

Tras el debate, ya es imposible sustraerse a la crítica de nuestro presente: el fin moral del Estado no existe y este no es más que un simple aparato de poder al servicio de minoritarios sectores de población, sectores económicos y financieros que, además, intervienen o utilizan la representación política para incrementar sus privilegios. Pero la crítica no se agota en la función del Estado. En la división funcional que Platón establecía para el modelo de sociedad, asignaba a los sabios, condición que se alcanzaba tras un largo proceso educativo, el ejercicio de la dirección de la sociedad. Pero para este grupo social, como para los guardianes, Platón incluye también otras medidas de carácter moral para impedir el egoísmo, el lucro personal y la corrupción que puede acompañar el ejercicio del poder: quedan excluidos de las ventajas económicas (1) que pueden disponer otros grupos sociales, como es el de los productores. El poder social y político de los gobernantes, por tanto, se justifica y adquiere legitimidad en el hecho de ser los más dotados (2para el ejercicio del mismo.

Entonces, mano alzada, la voz inconformista pregunta cómo es posible que en nuestra sociedad no aparezcan los mejores, cómo es posible que sea la oligarquía, que se esconde tras el eufemismo de los mercados, quien ostente el poder global, cómo es posible el poder político actúe movido por intereses económicos. Es cierto, no son las personas que con esfuerzo han alcanzado la formación adecuada, las que tienen la altura moral y humana para promover la virtud y la justicia, las que hoy nos dirigen, sino una decadente clase política que se mantiene a sí misma en un sistema social que favorece a una minoría privilegiada.

Sí, en efecto, la aristodemocracia, las mejores personas para la dirección de la sociedad y la función pedagógica que les corresponde, como también señalara Blas Infante, las que el propio pueblo reconoce entre ellas, se encuentran sustituidas por una plutocracia, por un gobierno de los ricos. ¿Hablamos de política? No, estábamos hablando de Platón.




(1En concreto, Platón propone que ni puedan acceder a la propiedad privada ni constituir familia propia.
(2) Los sabios o filósofos.

martes, 20 de noviembre de 2012

Épocas kitra y épocas kali. La decadencia de la clase política exige la responsabilidad de personalidades de altura moral. Julio Anguita asume el compromiso.

                                                                           

                                                                             

Ortega y Gasset, admirable filósofo de la primera mitad del siglo XX, escribió numerosos ensayos y artículos que contienen una gran carga profética, y que, a día de hoy, no dejan de sorprendernos. En varias de sus obras escribió acerca de la relación entre minorías selectas y masas. Entre ellas, en “España invertebrada”, que inicialmente se publicó como una serie de artículos en el diario el “El Sol” y en “La rebelión de las masas”.

Puede no compartirse con Ortega el análisis que efectúa sobre el papel de las minorías en la formación del Estado español y la ausencia de las mismas en buena parte de su historia. También resulta bastante dudosa la caracterización y composición de esas minorías selectas que tendrían que ejercer la función rectora de la sociedad en todos sus ámbitos; lo cual no impide que se reconozca la importancia y presencia social de los mejores, ciertamente escasa en nuestra historia reciente, y de su influencia relativa (1). Pero lo que es innegable es que el par opuesto que configuraría la estructura de toda sociedad, las masas, han impuesto su dominio por doquier. Ortega ya lo anunció en los años veinte; pero el mismo ha sido una realidad durante los años de la dictadura y el franquismo sociológico que perdura en nuestros días aún con otras formas de gobernanza política.

La masificación de la sociedad, y la imposición de criterios, gustos y caprichos del autosatisfecho hombre masa, no dejan resquicio social sometido a ellos. Todos los ámbitos de la cultura, los medios de comunicación, la ciencia y las actividades profesionales, la economía y la política quedan subsumidos a esa innegable realidad. Y también con ella, las costumbres y la moral. En el conjunto del Estado, como dice Ortega, “ha triunfado el más chabacano aburguesamiento. Lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas… y la masa de los torpes aplasta cualquier intento de mayor firmeza”. A ese estado social han sucumbido la organizaciones surgidas de todas las clases y grupos sociales: partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales, etc. El hombre masa, que Ortega describía como el señorito satisfecho, el niño mimado, el bárbaro primitivo o el especialista científico, tiende a imponer dirigentes salidos de su seno que reproducen los mismos esquemas de bajo nivel de moralidad; es decir, políticos que no son más que una prolongación de las masas en la dirigencia política de la sociedad. Por eso, a pesar del incumplimiento de promesas, de las corruptelas, nepotismo y redes clientelares en que incurren durante su gestión, los mismos profesionales de la política continúan insistentemente en el poder, el partidario y el representativo, a pesar de los sucesivos procesos electorales a los que se someten. Pero además, el desarrollo del capitalismo y de la crisis sistémica que padecemos, actúa como correlato del dominio de las masas y la decadencia de la clase política; y sus raíces se hunden en los inicios de la Modernidad y la extensión del cosificado programa racionalista por la vieja Europa.

Ortega creía, a propósito de la distinción en los purana indios de la sucesión de épocas de esplendor (kitra), donde la sociedad estaría dirigida por los mejores, y de épocas decadencia (kali), que el final de la época de decadencia que se vivía en el Estado español podría estar próxima. Pero las minorías calificadas continuaron sin aparecer con fuerza en el escenario social y, en consecuencia, tampoco en el escenario político. Sin embargo, esa tónica general no ha impedido que desde determinados grupos y movimientos, hoy, empiece a cuestionarse el sistema social a la vez que se aprecia la condición subjetiva de hombres y mujeres que por empeño personal, esfuerzo y exigencia, altura moral y carencia de interés, aparezcan como modelos a los que seguir.

Y en esa realidad emergente en que se reconoce y erige a los mejores para el ejercicio la función directora de la sociedad, a personalidades honestas y de integridad personal que ni se dejan arrastrar por lo fácil ni seducir por aquello a que los humanos deseos tienden, surgen personas de altura moral y de integridad personal, honestas y sabias, con dotes especiales para el ejercicio de la política, con formado juicio político sobre los asuntos públicos, como  la figura política de Julio Anguita. Hoy es un referente y catalizador de las minorías que se desligan de la imposición de la masa. Si su ejemplo, el modelo que transmite, se extiende a partir de movimientos como el 15M, 25S, foros cívicos, mesas, etc., podemos estar ante una nueva concepción del quehacer político dirigidos por los mejores hombres y mujeres para la constitución de un nuevos sistema social, una nueva democracia (2). Entonces las masas, la tiranía que ejercen (y la clase la clase política es parte de ella), cederán su lugar a pueblos libres dirigidos hacia el fin moral que legitima la existencia del poder político; es decir, que las circunstancias económicas, sociales y culturales permitan que vida y la libertad sean una realidad sentida y decidida, con autenticidad, en cada individuo y en cada pueblo.



1.- En los próximos días publicaré un estudio sobre el concepto orteguiano de “minoría” en el blog http://perspectivaslibertarias.blogspot.com/

2.- Entre esas personalidades a las que se reclama que ocupen la dirección política de la sociedad, se podría mencionar una larga lista que surgida desde ámbitos diferentes como la economía crítica, la ciencia, el sindicalismo, la banca ética, el cooperativismo, la economía social, la politología, la filosofía, etc. une la misma visión integral del ser humano y de la sociedad que nuestro tiempo necesita. Tal vez otro día se den algunos nombres imprescindibles.

martes, 6 de noviembre de 2012

Presupuestos de Andalucía para el 2013: un planteamiento de inicio que se queda en los mismos esquemas de las políticas planteadas por la troika (CE, BCE, FMI).

                                                                             
                                                                             

La capacidad de una comunidad autónoma para decidir políticas soberanas siempre está limitada legalmente por lo aprobado en el parlamento del Estado. Pero también, no debe olvidarse, el parlamento y el Gobierno están obligados a cumplir el ordenamiento jurídico de rango superior como es la Constitución y los estatutos de autonomía. No olvidemos que el Gobierno central se niega a aplicar la disposición 3ª del Estatuto, que obliga al Estado a invertir en función de la población, lo que supondría para Andalucía recibir 3.400 millones de deuda acumulada.  Y además, en última instancia, es el pueblo el soberano; y su voz no puede dejar de escucharse, se exprese con las formas que la democracia permite o, también, con la representación formal del mismo en el parlamento andaluz.

Dicho esto, nos encontramos con un proyecto de presupuestos reducido en cuantiosas partidas para atenerse a los objetivos del déficit impuestos desde el Gobierno central. Estos objetivos obedecen a las políticas diseñadas por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional) y aceptadas por los partidos mayoritarios (PP, PSOE) aunque surjan matices en cuanto a la definición de los objetivos por comunidades autónomas; perjudiciales para Andalucía en este caso.

Pero además, el ajuste presupuestario se encuentra aún condicionado al haber acudido al fondo de liquidez de las comunidades autónomas (FLA), del que se recibió la cantidad de 2.133 millones de euros. Por tanto, el margen de maniobra para quien se proponga una política alternativa al diseño neoliberal, prácticamente no existe.

Hoy, Andalucía, con el nivel de paro existente (cerca de 1.500.000 personas en paro, con una tasa del 35,4 %), con cientos de miles de familias bajo el umbral de la pobreza, con el drama de los desahucios a diario, con la actividad económica en descenso y el cierre de pequeñas empresas, lo que se necesita en por encima de cualquier otra medida de carácter económico, es una banca pública que dinamice la actividad. Una banca sostenida con recursos de la Junta de Andalucía, que atraiga el dinero público y privado de la comunidad, el que cotidianamente se gestiona y los ahorros. Una banca fuerte que pueda mover el crédito en la economía familiar y en las empresas, en los autónomos, en la agricultura, etc., ese dinero que el sector privado niega pero que sí invierte en la especulación financiera. Pero además, se necesita rebelarse frente a cualquier imposición central apelando al pueblo; apelando al espíritu del 4 de diciembre en el que el pueblo andaluz reclamó su soberanía. Esa es la resistencia que puede hacer de los andaluces/as que seamos lo que fuimos, y no unas marionetas de Bruselas o Madrid.

Todavía no conocemos en profundidad las diferentes partidas y aún queda el trámite parlamentario para introducir mejoras, pero lo que se puede ver en el proyecto no me gusta. Ni me gustan los recortes en general ni dónde se van a aplicar en particular, ni la partida destinada al pago de la deuda (más de 3.500 millones de euros, 1.000 de ellos sólo para intereses), consecuencia de las leyes de estabilidad presupuestaria y estabilidad financiera así como de la reforma de la Constitución (art. 135), aprobadas por el PP y el PSOE, y que obligan prioritariamente al pago de la deuda. En estas condiciones, si no se es capaz de conseguir nuevos ingresos y una distribución diferente de los mismos, este proyecto de presupuestos nace para proseguir la senda de crisis que se viene marcando desde el Gobierno central, siguiendo las instrucciones de Bruselas, y que hundirá un poco más la ya difícil situación de Andalucía.